El año que vivimos peligrosamente (1982)

“El Año que Vivimos Peligrosamente” es un thriller político de época excepcionalmente logrado, una película que se ancla firmemente en la brutalidad y la ambigüedad del conflicto comunista de 1965 en Indonesia. La dirección de Adrian Wingate, aunque discreta, es magistral en su capacidad para crear una atmósfera de creciente tensión, utilizando la luz y la sombra, los espacios confinados y la fotografía documental para reflejar la paranoia y la inestabilidad del momento. Wingate no busca glorificar la guerra, sino mostrarla a través de los ojos de un extranjero, forzado a navegar por un laberinto de intrigas, sospechas y violencia inminente. La película se erige como una radiografía del miedo, una exploración de la deshumanización que puede ocurrir durante los conflictos ideológicos.

Las actuaciones son, en su conjunto, sólidas. Mel Gibson, como Guy Hamilton, ofrece una interpretación sutil y convincente. Su personaje, un reportero novato con ideales, se ve constantemente desafiado, obligado a cuestionar sus propios valores a medida que se enfrenta a la realidad de la violencia y la corrupción. Sin embargo, es Hunt, como Billy Kwan, quien realmente destaca. Su personaje es un enigma total, un hombre con una historia turbia y una lealtad ambivalente. Hunt consigue transmitir una mezcla de astucia, vulnerabilidad y desconfianza, lo que lo convierte en el corazón palpitante de la película. Weawer, como Jill Bryant, proporciona un contrapunto de calma y pragmatismo, ofreciendo una perspectiva diferente sobre la situación, aunque su personaje no evoluciona tanto como los de Hamilton y Kwan. La química entre los tres actores es palpable, alimentando el dinamismo del guion.

El guion, adaptado de la novela de Robert Hough, es una de las mayores fortalezas de la película. Wingate y los guionistas logran capturar con precisión la atmósfera de clandestinidad y peligro. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. La película evita las soluciones fáciles, presentando un relato complejo y moralmente ambiguo donde no hay héroes ni villanos claros. La película no se centra únicamente en la lucha armada, sino que explora los efectos del conflicto en la vida cotidiana de las personas comunes, mostrando el miedo, la desconfianza y la pérdida de la inocencia. La novela original, con su exploración de la naturaleza humana bajo presión, se mantiene fielmente en la adaptación cinematográfica, aunque se simplifica algunos aspectos para adaptarse al formato visual. La película, en definitiva, es una reflexión sobre la fragilidad de la democracia y la facilidad con la que el miedo puede manipular a las masas.

Si bien la película puede resultar lenta para algunos espectadores acostumbrados a la acción frenética, su valor reside en su capacidad para generar una atmósfera de suspense psicológico, al mismo tiempo que ofrece una visión honesta y perturbadora de un período histórico crucial. Es un thriller político inteligente y bien construido, que invita a la reflexión sobre las consecuencias del poder, la manipulación y la pérdida de la humanidad.

Nota: 8/10