El arte de pasar de todo (2011)

“El Arte de Pasar de Todo” (The Art of Passing Through) no es una película que te deje con una explosión de emociones, ni tampoco una búsqueda existencial profunda. Es, en cambio, una observación sutil y fascinante de la adolescencia, del deseo y, sobre todo, de la dificultad de conectar con los demás. La película, dirigida con una sensibilidad notable por Oliver Herman Kuhn, se adhiere a una atmósfera de melancolía persistente, casi como un eco constante del aislamiento que atormenta a sus protagonistas. Kuhn, conocido por su trabajo en “McMafia”, demuestra aquí su versatilidad, construyendo un ambiente visualmente rico y cuidadosamente construido que refleja el estado emocional de George, el personaje central.

La película se centra en George (Thomasin McKenzie), un adolescente introvertido y profundamente escéptico, un joven que mira el mundo con un cinismo que parece haberle quitado el color. McKenzie ofrece una actuación cautivadora, transmitiendo la incomodidad, la inteligencia y la vulnerabilidad de George de una manera excepcionalmente convincente. Su interpretación no se basa en la grandilocuencia, sino en una naturalidad y autenticidad que hacen que George sea un personaje con el que es fácil identificarse, incluso cuando sus perspectivas resulten desalentadoras. La química entre McKenzie y Odessa Young, quien interpreta a Sally, es palpable, incluso en los momentos de silencio. Young aporta una complejidad innegable a su personaje, la "chica más popular" que, bajo la superficie, es una joven herida y desesperada por encontrar una conexión genuina.

El guion, adaptado de la novela de Rachel Bloom, no se aferra a clichés ni a melodramas fáciles. Kuhn y el guionista Ben Renfrew, evitan las soluciones simplistas. La película explora la dificultad de la comunicación, las expectativas sociales y la búsqueda de la identidad. Los diálogos, aunque a veces sutiles, son honestos y reveladores, capturando la ambigüedad de las relaciones adolescentes. La película no explica, simplemente observa. Se centra en los pequeños gestos, las miradas fugaces y los momentos de incomodidad que definen la experiencia de la adolescencia. No hay grandes revelaciones dramáticas, pero sí una comprensión profunda de la soledad y la necesidad de pertenencia.

La dirección de Kuhn es, sin duda, el punto fuerte de la película. La elección de la paleta de colores, la fotografía en blanco y negro durante gran parte de la cinta, y la iluminación cuidadosamente pensada, contribuyen a crear un ambiente único y evocador. La película se siente como una fotografía en movimiento, como un instante congelado en el tiempo, capturando la belleza y la fragilidad de la juventud. Aunque algunos podrían encontrar la película demasiado lenta y contemplativa, esta es precisamente su fuerza. "El Arte de Pasar de Todo" es una película que requiere paciencia y atención, pero que recompensa al espectador con una visión poética y perspicaz de la condición humana.

Nota: 7/10