El arte de robar (2013)

“El Arte de Robar” no es, quizás, la joya cinematográfica que algunos podrían esperar tras su prometedor premisa. Sin embargo, esta película de David Leveque, ambientada en la vibrante y decadente Chicago de los años 50, se erige como una experiencia visualmente estimulante y emocionalmente resonante que, a pesar de algunos tropiezos, logra construir un retrato singular de la familia y el arrepentimiento.

La dirección de Leveque es magistral en la creación de una atmósfera densa y evocadora. Las secuencias de acrobacias motocicletas son, simplemente, espectaculares. No se trata de efectos especiales ostentosos, sino de una coreografía implacable y realista que transmite la adrenalina y el peligro inherentes a la profesión de Crunch. La película se beneficia enormemente de la fotografía de Roger Deakins, quien utiliza la luz y la sombra para intensificar la sensación de peligro y melancolía que impregna la historia. Los planos secuencia, especialmente las robos, son impresionantes y casi hipnóticos, pero nunca a expensas del ritmo o la inmersión del espectador.

La película se centra en el personaje de Crunch, interpretado con una sutileza admirable por Christian Bale. Bale no solo ofrece una impecable actuación física, sino que también transmite el peso del pasado de Crunch, su desilusión y su búsqueda de redención. El núcleo emocional de la película reside en su relación con su hermano, Leo (Ezra Miller), un personaje complejo y contradictorio. La dinámica entre ambos, marcada por el resentimiento, la necesidad y el amor fraternal, es el motor de la trama. Miller ofrece una actuación convincente, aunque a veces su personaje parece excesivamente estereotipado. La evolución de la relación entre los hermanos, a medida que se enfrentan a las consecuencias de sus actos, es lo que realmente da profundidad a la película.

El guion, escrito por Steven Knight, es el área más frágil de la producción. Si bien la premisa es intrigante y la estructura narrativa mantiene el interés, algunas de las subtramas se sienten algo forzadas y poco desarrolladas. El tema del arrepentimiento y la posibilidad de reescribir el pasado, aunque central, a veces se explora con un tono un tanto maniqueo. Sin embargo, Knight logra crear diálogos certeros y momentos de genuina conexión emocional, especialmente en las escenas que muestran la vulnerabilidad de los personajes. La tensión entre la acción y la introspección se mantiene de forma relativamente consistente, aunque la resolución final podría haber sido más ambigua y desafiante.

En definitiva, “El Arte de Robar” es una película que, a pesar de sus imperfecciones, ofrece una experiencia cinematográfica gratificante. Es un thriller de acción con un componente emocional sólido, una dirección visualmente impresionante y actuaciones sólidas. No es una obra maestra, pero sí un entretenimiento inteligente y bien ejecutado que deja una impresión duradera.

Nota: 7/10