El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007)

“El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” es una película que se consume con una intensidad palpable, una lenta e implacable danza entre la leyenda y la decepción. Dirigida por Sam Peckinpah, la película no glorifica el heroísmo del forajido; en cambio, nos presenta una versión profundamente humana y, en muchos sentidos, trágica de Jesse James, arrojándolo a la luz de su propia ambición desmedida y la fragilidad de sus relaciones. Peckinpah, con su habitual estilo visceral, opta por una película de ritmo pausado, que permite al espectador adentrarse en la psicología de sus personajes y en el terreno desolado que los define.

La actuación de Harvey Keitel como Robert Ford es, sin duda, la piedra angular de la película. Keitel ofrece una interpretación magistral, desgranando la ambivalencia de Ford: un hombre atormentado por la soledad, la ambición, y quizás, un cierto resentimiento hacia el legendario Jesse. No es un villano caricaturesco, sino un individuo complejo, cuya necesidad de hacerse notar a toda costa lo lleva a tomar decisiones irrevocables. Bradford Dillinger, como Jesse James, complementa a Keitel a la perfección, encarnando el carisma, la imprudencia y la creciente paranoia del forajido. La química entre ambos actores es notable, creando un diálogo cargado de tensión y resentimiento que sustenta la trama. La película explora con gran eficacia la dinámica entre estos dos hombres, revelando que el deseo de fama y dinero puede corromper incluso las relaciones más cercanas.

El guion, adaptado de la novela homónima de Robert Ford, es excepcionalmente ambicioso. No se limita a la narración de una historia de forajidos; explora temas profundos como la ambición, la traición, la pérdida y la naturaleza de la fama. La película no ofrece respuestas fáciles; más bien, nos presenta una visión sombría y realista del oeste americano, lejos de los clichés heroicos de las películas de género. La ambientación es impecable, con paisajes desolados y una fotografía que refleja la desesperación y la melancolía de los personajes. La dirección de arte y el vestuario contribuyen a crear una atmósfera auténtica y creíble. A pesar del ritmo pausado, la película mantiene el interés del espectador gracias a la tensión dramática y a la fuerza de las actuaciones. Sin embargo, algunas escenas pueden sentirse prolongadas, y la película podría beneficiarse de una edición más precisa.

Peckinpah logra, con maestría, desmitificar a Jesse James, mostrando un hombre con defectos, inseguridades y una incapacidad para vivir en el presente. La película no es un homenaje; es una reflexión sobre las consecuencias de perseguir la fama y la fortuna, un lamento por la pérdida de la inocencia y la irreversibilidad del pasado. Es una obra que invita a la reflexión y que, a pesar de su tono melancólico, deja una huella duradera. La película es un retrato mordaz de la ambición humana y de la fragilidad de la identidad.

Nota: 8/10