El asesino de los caprichos (2019)

“El asesino de los caprichos” no es una película que deja al espectador con una sensación fácil de satisfacción. Más bien, te deja contemplando, analizando y, posiblemente, frustrado por su particular ambición visual y narrativa. Dirigida por Juan Pedro Almodóvar, la película se adentra en un territorio oscuro y retorcido, donde el arte, el deseo y la obsesión se entrelazan hasta alcanzar un punto de desquitar. Almodóvar, conocido por su sensibilidad y sus historias de personajes complejos, aquí se toma riesgos aún mayores, explorando la fragilidad masculina y las fantasías destructivas.

La dirección de Almodóvar es, como suele ser habitual en su filmografía, meticulosa y llena de detalles visuales. El uso del color es absolutamente crucial. La película está inundada de tonos pastel que evocan la atmósfera onírica de “Los caprichos” de Goya, pero también se contrapone con la crudeza de la violencia, creando un contraste perturbador y efectivo. La recreación de los dibujos de Goya como escenarios, tanto en la filmación como en la estética general, es simplemente magistral. No se trata de una simple evocación; Almodóvar se adentra en la esencia de la obra, trasladándola a un mundo contemporáneo y perverso. Sin embargo, esta apuesta por el simbolismo podría resultar excesiva para algunos espectadores, alejándolos del desarrollo de la trama.

El reparto es encabezado por un Javier Bardem en una actuación particularmente intensa. Su personaje, Salvador, el asesino, es un hombre atormentado por un pasado trágico y una obsesión enfermiza con los dibujos de Goya. Bardem ofrece una interpretación que oscila entre la vulnerabilidad y la frialdad, transmitiendo con convicción la complejidad de un hombre que se ha sumido en un ciclo de venganza. También merece mención la interpretación de Pedro Pascal, quien interpreta a un detective que se ve atrapado en este macabro juego. Aunque su personaje tiene menos protagonismo, Pascal aporta una dosis de cinismo y desesperación que complementa la atmósfera general de la película. Las actuaciones en general son sólidas, pero la carga simbólica podría eclipsar algunos diálogos.

El guion, escrito por Almodóvar y Agustín Almodóvar, presenta un planteamiento interesante, pero su ejecución no es del todo impecable. La trama se desarrolla a un ritmo pausado, centrándose en la exploración psicológica de los personajes. Si bien la atmósfera se construye de manera efectiva y las ideas son originales, la resolución de la historia se siente algo apresurada y carente de la profundidad que el resto de la película promete. La película, en definitiva, se enfoca más en las ideas y en la atmósfera que en la construcción de un argumento sólido. La idea central - el uso del arte como reflejo y herramienta del deseo - es lo que realmente cautiva, aunque no siempre se explora con la profundidad que se podría esperar.

A pesar de sus fallas, “El asesino de los caprichos” es una película visualmente impresionante y provocadora que invita a la reflexión. No es un thriller convencional, sino más bien una meditación sobre la obsesión, la venganza y la naturaleza humana. Es una apuesta arriesgada por parte de Almodóvar, y aunque no llega a ser un éxito rotundo, es una experiencia cinematográfica singular y memorable.

Nota: 7/10