El asesino del calibre 38 (2019)

“El Asesino del Calibre 38” no es, sencillamente, una película. Es una experiencia. Un descenso a las profundidades del inconsciente, envuelto en la atmósfera decadente y melancólica de Nueva Orleans. Dirigida con maestría por Andrew Niccol, la película se atreve a romper las barreras del género thriller y se adentra en un terreno donde la lógica policial se encuentra con la física cuántica, el determinismo y las posibilidades infinitas del multiverso. Esta ambición desmedida, aunque a veces difícil de asimilar, es precisamente lo que la distingue y la convierte en una propuesta singular en el panorama cinematográfico actual.

La película se centra en Mike Hoolihan, interpretado con una intensidad innegable por Ryan Reynolds. Reynolds entrega una actuación magistral, capturando la frustración, la obsesión y la creciente incredulidad del detective ante un caso que va cada vez más allá de lo imaginable. Hoolihan no es el detective clásico, sino un individuo atormentado por su pasado y un profundo escepticismo que se ve desafiado por la evidencia que va acumulando. Su evolución a lo largo de la trama es palpable, y Reynolds logra transmitir ese cambio de forma convincente, combinando la vulnerabilidad con un implacable deseo de justicia.

El guion, adaptado de la novela homónima de Hiroshi Toriyama, es complejo, sin duda. Requiere una atención plena por parte del espectador y no se entrega ninguna solución fácil. Aunque algunas subtramas son un poco dispersivas y podría haberse pulido para mayor claridad, el núcleo de la historia – el asesinato de Jennifer Rockwell y la búsqueda de la verdad detrás de él – está muy bien construido y mantiene la tensión a lo largo de toda la película. Los diálogos, en ocasiones, son introspectivos y cargados de simbolismo, forzando al público a reflexionar sobre la naturaleza de la realidad y el libre albedrío.

Desde el punto de vista visual, “El Asesino del Calibre 38” es un festín para los ojos. La dirección de fotografía, con una paleta de colores oscuros y saturados, crea una atmósfera onírica y perturbadora. Los planos largos, las composiciones detalladas y el uso de efectos visuales (que complementan, y no dominan, la narrativa) refuerzan la sensación de irrealidad y de estar atrapado en un sueño. La banda sonora, igualmente cuidada, acentúa la atmósfera de suspense y melancolía. Es un estilo neo-noir modernizado, con elementos que recuerdan a películas como “Memento” o “El club de la lucha”, pero con un toque definitivamente cósmico.

A pesar de su complejidad y de su ambición, “El Asesino del Calibre 38” es una película que merece la pena ver. No es un thriller convencional, y no pretende serlo. Es una película que invita a la reflexión, a la interpretación y a la discusión. Es un trabajo ambicioso y original que, aunque no sea para todos los públicos, deja una huella duradera.

Nota: 8/10