El bar (2017)

“El Bar” de Juan Antonio Bayona es una experiencia cinematográfica inquietante y profundamente perturbadora, un thriller psicológico que se aferra a la mente del espectador mucho después de que las luces se enciendan. Más que una simple película de suspense, es una meditación sobre la fragilidad de la condición humana, el miedo a lo desconocido y el poder de la sugestión colectiva. La película, ambientada en un bar de Madrid, plantea un escenario aparentemente banal: un grupo de personas desayunando que, de repente, se encuentra atrapado tras un disparo. La premisa, sencilla en su base, es el detonante para una escalada de paranoia y desconfianza que va desmoronando la cordura de los personajes.

Bayona, conocido por su maestría en la dirección de tensiones (como se aprecia en “El Orfanato” o “Pregón”), demuestra una vez más su habilidad para construir una atmósfera claustrofóbica y opresiva. El bar, un espacio cotidiano, se convierte en una prisión simbólica, un microcosmos donde las dudas y los miedos se intensifican. La fotografía de Igor Gómez es impecable, utilizando la luz y la sombra para acentuar la sensación de peligro inminente. El uso del color es sutil pero efectivo, oscureciendo la realidad y acercando la película a un estado de ensueño o pesadilla.

Las actuaciones son sobresalientes. Eduard Fernández, como el encargado del bar, ofrece una interpretación magistralmente reservada, transmitiendo una mezcla de inquietud y determinación que genera un profundo misterio. Raúl Arévalo, como un hombre atormentado, personifica la fragilidad de la mente humana. Pero es Alex García, en el papel del joven que resulta abatido, quien establece el tono emocional de la película, con una mirada que resume el terror y la desesperación de la situación. El resto del elenco, incluyendo a la actriz emergente, Laia Costa, también cumple con creces, aportando capas de complejidad a los personajes.

El guion, firmado por Bayona y Ernesto Pietrobello, es el corazón de la película. Evita las trampas típicas del género, evitando explicaciones fáciles y centrándose en la experiencia subjetiva de los personajes. La película se alimenta del suspense psicológico, utilizando la ausencia de respuestas como una herramienta poderosa para mantener al espectador en vilo. La incertidumbre sobre la naturaleza del disparo, la identidad del asesino y las posibles causas de la situación crea una tensión constante, un juego mental que obliga al público a cuestionar la realidad que se presenta. No se trata de una película que ofrece respuestas, sino de una que plantea preguntas. Se presta mucha atención al detalle, desde el sonido hasta el diseño de producción, creando una experiencia inmersiva que impacta profundamente.

Si bien la película puede resultar a veces repetitiva en su enfoque en la desconfianza creciente, la dirección impecable, las actuaciones convincentes y el guion inteligente la convierten en una obra cinematográfica memorable. “El Bar” no es un thriller convencional; es una experiencia perturbadora que explora los límites de la percepción y la condición humana. No es una película para todo el mundo, pero para aquellos que se atrevan a dejarse llevar por su atmósfera opresiva, ofrece una reflexión inquietante sobre el miedo, la paranoia y el poder del colectivo.

Nota: 8/10