El barco (2019)

“El Barco” (The Boat) es una experiencia cinematográfica visceral y perturbadora que se instala en la memoria con la persistencia de un eco submarino. La película de Santiago Mitraga, a pesar de su aparente sencillez, se construye sobre una atmósfera de claustrofobia, aislamiento y una creciente sensación de paranoia que se apoderan del espectador desde el primer minuto. No es una película que ofrezca respuestas fáciles, sino más bien un viaje inquietante a la psique humana frente a la brutalidad y el misterio.

La dirección de Mitraga es magistral. No recurre a excesos de espectacularidad visual, sino que se centra en la meticulosa construcción de la tensión. La fotografía, dominada por tonos grises y azules opacos, intensifica la sensación de desorientación y amenaza. El uso de la luz y la sombra es exquisito, creando volúmenes y espacios que parecen moverse y respirar. La banda sonora, minimalista pero inquietante, se suma al entramado de suspense, acentuando la incomodidad y la incertidumbre. Mitraga demuestra un dominio absoluto del lenguaje cinematográfico, utilizando la cámara y el sonido para generar una experiencia sensorial única.

La película se centra en la interpretación de Ricardo Elias como el pescador, un hombre roto y marcado por el pasado. Su actuación es sutil y poderosa. No se basa en grandes gestos o diálogos floridos, sino en la mirada, en las expresiones faciales, en la lentitud de sus movimientos. Elias transmite una vulnerabilidad palpable, una desesperación contenida que hace que la lucha por la supervivencia sea mucho más que una simple cuestión de supervivencia física. El resto del elenco, aunque con menor presencia, también ofrece interpretaciones sólidas, especialmente el actor que interpreta al desconocido que a bordo del barco. Lo importante es que cada personaje se siente real, humano, con sus propias motivaciones y secretos.

El guion, aunque conciso, es una obra maestra de la sugerencia. La historia se desarrolla lentamente, revelando información de forma fragmentada y dejando al espectador con más preguntas que respuestas. La película se alimenta de lo no dicho, de la imaginación del espectador. El misterio del desconocido y las razones detrás de su presencia en el barco son elementos centrales que contribuyen a la ambigüedad y la inquietud. La película no ofrece explicaciones lógicas, sino que se centra en la experiencia emocional del protagonista, en su lucha interna por comprender lo que está sucediendo. Es una película que invita a la reflexión, a la interpretación, a la confrontación con nuestros propios miedos.

“El Barco” no es una película para todos los públicos. Es una experiencia difícil y a veces perturbadora, pero también es una de las películas más memorables e inquietantes de los últimos tiempos. Es una obra que merece ser vista y reflexionada, aunque no necesariamente disfrutada. Es una película que te acompañará mucho después de que los créditos hayan terminado de rodar.

Nota: 8.5/10