“El blues de Beale Street” no es solo una película; es una experiencia visceral, un viaje emocional a las entrañas de la comunidad negra de Harlem en la década de 1960. La adaptación de la novela homónima de James Baldwin, dirigida por Barry Jenkins, se entrega a la tarea de transformar las palabras poéticas y a menudo silenciosas del autor en imágenes impactantes y un drama social profundamente conmovedor. Jenkins no busca ser grandilocuente ni pretender contar toda la historia, sino centrarse en el amor, la esperanza y la desesperación de Tish y Fonso, dos jóvenes en un sistema judicial implacable. La película se erige como un testimonio de la resiliencia del espíritu humano frente a la opresión.
La dirección de Jenkins es magistral en su sutileza. La fotografía de Kelvin Moody, con sus tonalidades sepia y su uso del color como herramienta expresiva, crea una atmósfera onírica y melancólica que se integra perfectamente con la narrativa. Hay escenas, como las que se desarrollan en los interiores acogedores de la casa de la familia, que se sienten como si estuvieran envueltas en un sueño. El ritmo pausado, aunque a veces pueda parecer lento, es deliberado y sirve para permitir que la profundidad de las emociones de los personajes resalte. Jenkins no abandona el drama, pero lo tempera con una sensibilidad que evita caer en melodramáticas. La banda sonora, de Nicholas Britell, es esencial para la película; no se limita a ser un acompañamiento, sino que se convierte en un personaje más, con melodías bluesísticas que evocan la tristeza y la esperanza.
Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Janelle Monáe ofrece una interpretación conmovedora y compleja de Tish, transmitiendo con precisión la vulnerabilidad, la fuerza y la determinación de la protagonista. Su mirada, a menudo llena de incertidumbre y dolor, es la clave para comprender el peso que lleva sobre sus hombros. Colman Domingo, como Fonso, aporta una gran ternura y un profundo sentido de orgullo a su familia. La química entre Monáe y Domingo es palpable y fundamental para el éxito de la película. La película también cuenta con el apoyo de un reparto secundario impresionante, con interpretaciones sólidas de Angela Bassett, Leslie Odom Jr. y Stephan James, que enriquecen la narrativa y dan vida a la comunidad de Harlem. La película explora con honestidad y sensibilidad las dificultades que enfrentan las personas negras en un sistema judicial racializado, presentando un retrato realista y descorchador de la injusticia.
Si bien la película puede resultar, en ocasiones, un tanto lenta, su fuerza reside en su capacidad para involucrar al espectador emocionalmente. Es una película que te hace pensar, que te hace sentir y que te deja reflexionando sobre la naturaleza del amor, la libertad y la lucha por la justicia. “El blues de Beale Street” no es un entretenimiento ligero; es una experiencia cinematográfica que merece ser vista y reflexionada. Es una historia necesaria, contada con maestría y un profundo respeto por la narrativa original de James Baldwin.
Nota: 8.5/10