El botones (1960)

“El Botón” (1977) de Stanley Kramer no es una película que se recuerde por su brillantez narrativa, pero sí por su innegable y peculiar atractivo. Es una comedia negra, un estudio de personajes que te atrapa en un torbellino de situaciones absurdas, y una profunda reflexión sobre la soledad y la desesperación disfrazada de humor. Kramer, a menudo eclipsado por su propio talento, consigue crear una atmósfera tensa y claustrofóbica en el Hotel Fontainbleau, donde el protagonista, Stanley (interpretado de manera magistral por Jerry Lewis), se convierte en el epítome de la incomodidad y el aislamiento.

La película no se centra en una trama lineal; más bien, se desarrolla a través de una serie de episodios inconexos que, si bien pueden resultar desconcertantes al principio, terminan siendo la clave para entender la psicología del personaje. Lewis, en una actuación que demuestra su capacidad para el cómico y el dramático, domina el papel de Stanley, un hombre al que la vida le ha negado la felicidad. Su actuación es un ejemplo de comedia física, pero también de un dolor silencioso, una tristeza que se manifiesta en sus constantes tropiezos, sus reacciones exageradas y su desesperada búsqueda de atención. Kramer lo rodea con un elenco de secundarios igualmente brillantes, especialmente Dean Martin, cuyo personaje, el ejecutivo de la cadena hotelera, aporta un contrapunto sutilmente amargo y una dosis de elegancia melancólica. Martin ofrece una interpretación, en algunos momentos, más contenida, que complementa a la perfección la locura de Lewis.

La dirección de Kramer es notable por su enfoque en la atmósfera. Utiliza la paleta de colores y la arquitectura del hotel para acentuar la sensación de opresión y el aislamiento. Los espacios abiertos, con sus interminables pasillos y habitaciones vacías, se convierten en símbolos de la soledad de Stanley. La banda sonora, con melodías inquietantes y disonantes, refuerza esta sensación de angustia. El guion, escrito por Kramer y otros colaboradores, es a menudo absurdo y surrealista, pero funciona como un espejo de la mente perturbada de Stanley. La película no intenta explicar su comportamiento; simplemente lo muestra, invitando al espectador a empatizar con su alienación. Es una película que te obliga a mirar más allá del humor evidente y a confrontar las heridas emocionales del personaje.

Es importante señalar que la película no pretende ser una comedia para todos los públicos. Su humor es negro, su ritmo es pausado y su mensaje es a menudo sombrío. Sin embargo, si estás dispuesto a dejarte llevar por su peculiaridad y a aceptar su tono melancólico, "El Botón" puede ser una experiencia cinematográfica inolvidable, un retrato conmovedor de la soledad y la desesperación disfrazada de comedia. No es una obra maestra, pero sí una película que provoca reflexión y que, en definitiva, te deja con una sensación persistente de incomodidad y, quizás, cierta empatía por su personaje.

Nota: 7/10