“El camino feliz” (Path of a Happy Life) no es una comedia romántica convencional, y esa es precisamente su gran virtud. La película de Bobby Francis es un ejercicio de sutileza emocional que te atrapa con una narrativa delicada y poco pretenciosa, ofreciendo una mirada honesta y conmovedora sobre la soledad, el duelo y la posibilidad de encontrar conexión inesperada. La película, que no busca soluciones fáciles ni finales felices de la manera tradicional, se centra en la gradual construcción de un vínculo entre Michael (Steve Carell) y Suzanne (Allison Janney), dos padres solteros cuyos hijos, Finn y Daisy, se ven envueltos en una audaz aventura que desencadenará sus encuentros.
La dirección de Francis es notablemente precisa. Evita los clichés del género, permitiendo que la historia se desarrolle a un ritmo pausado, otorgando importancia a los pequeños momentos y a las miradas entre los personajes. La ambientación en Suiza, un país de belleza agreste y paisajes imponentes, no es solo un telón de fondo, sino que se convierte en un elemento simbólico que refleja el viaje emocional de los protagonistas. La película utiliza la fotografía para intensificar la atmósfera melancólica y la sensación de aislamiento, pero también para destacar la belleza de la naturaleza, representando una esperanza sutil que reside en la conexión humana.
Las actuaciones son excepcionales. Steve Carell, conocido por su comedia, ofrece una interpretación matizada y profundamente humana de Michael, un hombre que ha construido una armadura alrededor de su corazón después de la muerte de su esposa. Su personaje es vulnerable pero reservado, y Carell logra transmitir la complejidad de sus emociones con una sutileza sorprendente. Allison Janney, por su parte, brilla como Suzanne, una mujer exitosa pero igualmente desolada. La química entre ambos actores es palpable, creando una conexión creíble que se va forjando a medida que avanzan los acontecimientos. Las actuaciones secundarias, especialmente la de Maeve Dermot as Finn y Maddie Ziegler como Daisy, también son convincentes, aportando vitalidad y autenticidad a la historia.
El guion, escrito por Bobby Francis y Tom Brand, es donde reside el verdadero corazón de la película. La historia no se construye sobre la trama, sino sobre las emociones y los pensamientos de los personajes. La idea de los dos hijos escapando del internado suizo es un detonante, pero la película explora temas mucho más profundos: el duelo, la responsabilidad parental, la dificultad de romper el aislamiento y la importancia de encontrar un propósito en la vida. El guion evita simplificaciones y ofrece personajes con defectos y fortalezas, haciéndolos aún más realistas y atractivos. La tensión narrativa, aunque contenida, está presente a lo largo de la película, manteniendo al espectador enganchado a los acontecimientos. Sin embargo, es la sensibilidad con la que se abordan los temas centrales lo que verdaderamente distingue a “El camino feliz”. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión sobre la condición humana.
Nota: 7.5/10