El carnaval de las águilas (1975)

“El Carnaval de las Águilas” (1926) de Raoul Walsh no es simplemente una película de avalancha aérea, sino una radiante y a veces conmovedora exploración de la juventud, la ambición y la búsqueda de significado en tiempos turbulentos. La película, ambientada en el resurgimiento de la aviación tras la Primera Guerra Mundial, nos presenta a Waldo Pepper, interpretado magistralmente por Erich von Stroheim, un piloto arrogante y descaradamente audaz que lucha por mantener su reputación en un mercado laboral cada vez más competitivo. Von Stroheim, con su presencia imponente y su mirada penetrante, logra transmitir a la perfección la complejidad de un hombre que se define a sí mismo a través de sus logros aéreo y que, en el fondo, anhela algo más.

Walsh logra capturar con notable habilidad la atmósfera vibrante y, a la vez, tensa de la época. Las escenas de vuelo son verdaderamente espectaculares, un festín visual que incluso hoy en día conserva su impacto. La dirección es precisa, aprovechando al máximo la tecnología cinematográfica de la época, pero sin caer en la mera exhibición técnica. Hay un delicado equilibrio entre la adrenalina de las acrobacias aéreas y la construcción de la narrativa. La película no se limita a mostrar el vuelo; explora las consecuencias psicológicas y sociales de la práctica, y cómo se utiliza, incluso, como herramienta de propaganda para la industria aeronáutica.

El guion, adaptado de la obra teatral de John Millington Synge, es sólido, aunque no particularmente original. Se centra en la relación de Waldo con la ingenua y hermosa Kitty Danbury (Claire Trevor), una joven que se ve arrastrada por su mundo de peligros y desafíos. La química entre von Stroheim y Trevor es convincente, aunque la historia de amor se siente, en ocasiones, un poco simplificada, casi como un tropo narrativo. Sin embargo, la película sobresale en su capacidad para evocar una sensación de nostalgia por una época en la que el riesgo, la innovación y la belleza se combinaban para crear una experiencia visceral.

Es importante destacar la fotografía de George Bolt, que captura la luz y el color de la época con una paleta vibrante y llena de contrastes. Las escenas nocturnas, con la luz de las estrellas reflejándose en las alas de los aviones, son particularmente memorables. Además, la banda sonora, compuesta por Harold Sitwell, es evocadora y contribuye a crear la atmósfera de optimismo y peligro que define la película. “El Carnaval de las Águilas” es, en definitiva, una joya del cine mudo, una película que celebra el espíritu de aventura y la valentía humana, al tiempo que plantea preguntas sobre el significado del éxito y la búsqueda de la identidad.

Nota: 8.5/10