El caso Slevin (2006)

“El Caso Slevin” no es un thriller de mafiosos convencional. No busca glorificar la violencia ni ofrecer un retrato romántico del crimen organizado. Más bien, nos entrega una pieza cinematográfica inquietante, claustrofóbica y con una atmósfera que se instala bajo la piel, aunque su ritmo pueda resultar algo lento para algunos espectadores. La película, dirigida por Robert Markowitz, es una profunda exploración de la desesperación, la pérdida y la inevitabilidad del destino, envuelta en el crudo paisaje de la ciudad de Nueva York.

La historia, centrada en el personaje de Slevin, interpretado con una sutil pero poderosa interpretación por John Travolta, se construye con una lentitud deliberada. No se apresuran a mostrar la razón detrás de la desesperación de Slevin, sino que la dejamos percibirla gradualmente a través de sus acciones, sus miradas, su actitud. Travolta ofrece una actuación magistral en este papel, transmitiendo una mezcla de vulnerabilidad y un fatalismo innegable. Su Slevin no es un héroe, ni un villano, sino un hombre atrapado en una red de circunstancias que no puede controlar, y Travolta logra esto con una verdad emocional palpable.

La dirección de Markowitz es donde reside gran parte del encanto de la película. El uso del color, predominantemente tonos apagados y grises, refuerza la sensación de melancolía y opresión. Las escenas nocturnas son particularmente memorables, dominadas por la lluvia y las luces de la ciudad que se reflejan en las ventanas, creando una paleta visual que se siente muy concreta y veraz. La película aprovecha al máximo las locaciones de Nueva York, convirtiendo la ciudad en un personaje más, un laberinto de calles oscuras, bares destartalados y apartamentos decrépitos donde la esperanza parece haber abandonado el lugar.

El guion, a pesar de su ritmo pausado, es inteligente y lleno de detalles. Se presta mucha atención a los diálogos, que son concisos y reveladores. Los personajes secundarios, como Nick Fisher (Kevin Bacon) y los gángsteres El Rabino y El Jefe (interpretados por Paul Sorvino y Harvey Keitel, respectivamente), están bien definidos y contribuyen al desarrollo de la trama. Sorvino, en particular, ofrece una interpretación amenazante y convincente como El Rabino, y Keitel, un carisma innegable como El Jefe. La rivalidad entre estos dos personajes es el motor de la historia y añade una tensión constante a la narrativa.

Sin embargo, la película no está exenta de fallas. El ritmo deliberadamente lento puede frustrar a algunos espectadores, y el final, aunque argumentado, puede resultar un poco abrupto. Pero a pesar de estos pequeños defectos, “El Caso Slevin” es una experiencia cinematográfica memorable, una historia sobre la fugacidad de la vida y las consecuencias de nuestras decisiones. Es un thriller psicológico que te perseguirá mucho después de que terminen los créditos.

Nota: 7/10