El castillo ambulante (2004)

“El Castillo Ambulante” (Howl’s Moving Castle) es una película de Studio Ghibli que, a pesar de ser un clásico instantáneo, ha generado en mí sentimientos encontrados. No es una película que simplemente se consume; requiere una inmersión, una paciencia y una predisposición a aceptar su particular ritmo narrativo. La película es una oda a la belleza en lo aparentemente caótico y a la aceptación de las imperfecciones, valores que, en el contexto actual, resultan especialmente relevantes.

La dirección de Hayao Miyazaki es, como siempre, magistral. El uso del color es extraordinario; el castillo, con sus recovecos, sus pasillos cambiantes y sus habitaciones que parecen existir en otras dimensiones, es un verdadero sueño visual. La animación es impecable, detallada hasta la exasperación, y los efectos especiales, utilizados con un minimalismo efectivo, no restan ni añaden, sino que simplemente sirven para contar la historia. Miyazaki no se limita a mostrar, sino que invita al espectador a construir la realidad de la película a través de sus imágenes. La sensación de movimiento, de vértigo, es constante, y contribuye significativamente a la atmósfera onírica de la película.

Las actuaciones, o mejor dicho, las voces, son excelentes. Emi Kawakami como Sophie entrega una interpretación conmovedora y sutil, mostrando la fragilidad, el dolor y la creciente fortaleza de la joven. Ryo Lee como Howl ofrece un personaje contradictorio: un mago arrogante y egocéntrico, pero también vulnerable y atormentado. La química entre ambos actores es palpable, y su relación evoluciona de una dinámica tensa a una de cariño y, finalmente, de respeto mutuo. Las voces de los otros personajes, como Calcifer el fuego y el Rey Howl, también son convincentes y añaden profundidad a la historia.

Sin embargo, el guion, aunque rico en ideas y simbolismos, es donde la película presenta sus mayores debilidades. La trama, que en esencia se centra en una maldición, un amor prohibido y una lucha contra el poder, puede resultar a veces un tanto dispersa y confusa. Hay momentos en los que la historia se pierde en digresiones y reflexiones filosóficas que, aunque interesantes, pueden ralentizar el ritmo. Además, la justificación de la maldición de Sophie, que parece surgir de la envidia de una anciana, es un poco débil y simplista. Si bien la película explora temas como la belleza, la aceptación y la diferencia, la construcción de su universo a veces se siente un poco torpe y no siempre logra conectar plenamente con el espectador. La idea de “la belleza como virtud” es atractiva, pero a veces se manifiesta de manera un tanto didáctica.

A pesar de sus fallas en el guion, "El Castillo Ambulante" es una película profundamente conmovedora que, en última instancia, celebra la individualidad, la resistencia y la fuerza del espíritu humano. Es una experiencia cinematográfica que permanece en la memoria, invitando a la reflexión y al debate. El impacto visual, la banda sonora y el espíritu de la película superan con creces sus debilidades narrativas.

Nota: 7.5/10