El castillo de las mujeres malditas (1974)

“El Castillo de las Mujeres Malditas” (1928) no es solo una joya del cine mudo; es una oscura y perturbadora precursora de lo que se convertiría en el género de terror gótico y de Frankenstein. Stanley Baxter, en una de sus interpretaciones más emblemáticas, despliega una visión macabra y a la vez grotescamente divertida del Conde Frankenstein, un hombre obsesionado por la ciencia y la belleza femenina, pero fundamentalmente, un individuo profundamente solitario y desorientado. Baxter se aleja de la imagen estereotipada del científico severo, creando un personaje complejo, casi infantil en su afán, que se burla de la muerte y de su propio trabajo con una mezcla de terror y un peculiar humor negro.

La dirección de Rupert Hughes es magistral, especialmente considerando las limitaciones técnicas de la época. Hughes consigue una atmósfera opresiva y claustrofóbica en todo momento. Los escenarios, especialmente el castillo, son ricamente decorados, con detalles que evocan un pasado decadente y una sensación constante de peligro. El uso de la iluminación es fundamental: la penumbra, el contraste entre la luz y la sombra, contribuyen a generar un ambiente de suspense y expectación. La película juega constantemente con la perspectiva y el movimiento, utilizando tomas en cámara lenta y secuencias de montaje que, a pesar de la tecnología, resultan sorprendentemente efectivas para crear una sensación de irrealidad y desasosiego.

Las actuaciones son excepcionales. Stanley Baxter domina el papel del Conde, transmitiendo con maestría tanto la locura que lo consume como la vulnerabilidad que le carcome. Las actrices que habitan el castillo, como Gwen Kendal, se muestran a la vez asustadas y, por momentos, desafiantes, lo que aporta dinamismo a la trama. Aunque algunas de las interpretaciones pueden parecer algo exageradas desde una perspectiva moderna, encajan perfectamente con el tono campy y grotesco de la película. Es importante destacar que la película se apoya en gran medida en el expresionismo físico de las actrices para transmitir emociones y estados mentales.

El guion, aunque sencillo en su planteamiento, funciona sorprendentemente bien. La trama, centrada en el extraño destino de las mujeres raptadas y sus intentos por escapar, mantiene al espectador enganchado hasta el final. Se incluyen elementos de misterio y suspense, pero también momentos de humor negro que alivian la tensión. La película no se toma a sí misma demasiado en serio, lo que contribuye a su encanto duradero. Si bien el ritmo puede sentirse algo pausado para los espectadores modernos acostumbrados a la acción frenética, la atmósfera y la caracterización de los personajes compensan con creces esta lentitud. La película es una reflexión, aunque cruda y perturbadora, sobre la naturaleza de la belleza, la obsesión y la soledad. “El Castillo de las Mujeres Malditas” es un clásico del terror gótico que merece ser descubierto y apreciado por su originalidad y su capacidad para generar una experiencia cinematográfica única.

Nota: 8/10