El Ceniciento (1960)

‘El Ceniciento’ (1957), dirigida por Delbert Mann, no es, precisamente, un clásico cinematográfico que resalte en las listas de películas imprescindibles. Sin embargo, es una película con un encanto peculiar y, sorprendentemente, un impacto emocional que persiste más de setenta años después. Es una historia de cuento de hadas tradicional, pero con una ejecución que, aunque no revolucionaria, se beneficia de las actuaciones estelar y de una sensibilidad sorprendente para la época.

La premisa, la de un joven oprimido por una madrastra cruel y sus hermanastros, es un tropo narrativo bien conocido. Pero lo que distingue a ‘El Ceniciento’ es la humanidad con la que Mann explora el abuso y la soledad. Lelo (Jerry Lewis) no es simplemente un chivo expuesto; su maltrato es palpable, su desesperación se siente en cada gesto, y el público se encuentra inmediatamente a su lado, sintiendo compasión. La película evita caer en la caricatura fácil que a veces acompañaba a Lewis en su filmografía, dándole un aire de vulnerabilidad genuina. La dirección de Mann es deliberadamente sutil, optando por un tono melancólico y contemplativo, permitiendo que la historia se desarrolle con calma y generando una atmósfera de angustia doméstica.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Judith Anderson, en el papel de la madrastra, es absolutamente formidable. Su interpretación es despiadada, autoritaria y, sobre todo, convincente. Su antagonismo no es simplemente maldad gratuita, sino una mezcla de amargura, resentimiento y una profunda sensación de soledad. Henry Silva y Robert Hutton, como los hermanastros, también aportan una presencia amenazante y creíble. Pero es Lewis quien realmente roba el espectáculo. Aunque su comedia física está presente, la actuación de Lewis se centra en la expresión de la desesperación y la búsqueda de esperanza. Su Lelo es, en definitiva, un personaje con el que es fácil conectar y para el cual sentimos una necesidad imperiosa de rescate.

El guion, escrito por Raymond Gladden, es algo plano y, en algunos momentos, predecible. Sin embargo, logra desarrollar personajes secundarios interesantes, como la señora Higgins (Gladys Cooper), la vecina bondadosa que ofrece a Lelo refugio y apoyo. La resolución del conflicto, con el uso del hechizo, aunque convencional, se maneja de forma elegante y con un toque de magia que, en su momento, resultó impactante. La película no pretende ofrecer una crítica social profunda, sino centrarse en la transformación personal de Lelo y en la posibilidad de encontrar la felicidad a pesar de la adversidad. Es una película que celebra la bondad, la compasión y la perseverancia, valores que, a pesar del paso del tiempo, siguen siendo relevantes.

‘El Ceniciento’ es una película con un encanto nostálgico, reforzado por las actuaciones impecables de sus protagonistas. No es una obra maestra, pero sí una historia de hadas conmovedora y agradable, que ofrece una visión optimista de la condición humana. Nota: 7/10