El chico de los guantes (1988)

“El chico de los guantes” no es una película que se olvida fácilmente. Película de 1979, dirigida con una maestría sorprendente por Robert Altman, se erige como un drama familiar con toques de thriller y una mirada crítica a la industria del boxeo, ofreciendo una experiencia cinematográfica compleja y, a la vez, profundamente emotiva. Altman, conocido por su estilo fragmentado y por su capacidad para abordar temas serios con un tono a menudo irónico, demuestra aquí una notable habilidad para mezclar la tensión del deporte de la pelea con las inquietudes de la paternidad y la moralidad.

La película, protagonizada por un James Caan deslumbrante como Micky Goldmill, se centra en el padre de dos jóvenes boxeadores, Micky y su hermano Junior (interpretado por el joven Norman Burton). Micky Goldmill, un exboxeador humillado, lucha por proteger a su hijo menor de la tentación del fácil dinero y las trampas del mundo del pugilato. Su objetivo es que Junior se convierta en un campeón legítimo, alguien que se gana sus victorias honestamente, un ideal que choca frontalmente con las prácticas corruptas y los intereses económicos que impregnan la escena. Caan ofrece una actuación magistral, transmitiendo la desesperación, la frustración y el amor paternal de un hombre que ha visto sus sueños destrozados y que se niega a que su hijo repita su error. La complejidad del personaje es un punto fuerte, ya que no es simplemente un padre autoritario, sino un hombre atormentado por su propio pasado.

La dirección de Altman es, en general, impecable. Utiliza planos secuencia extensos, que logran capturar la atmósfera de la ciudad de Los Ángeles de los años 70 con una fidelidad asombrosa. La película no se centra en la acción de las peleas, aunque éstas son cruciales para el desarrollo de la trama, sino en el sutil (y a veces brutal) conflicto entre Micky y su hijo. La película adopta una perspectiva no lineal, con flashbacks que revelan gradualmente el pasado de Micky y la razón de su escepticismo hacia el mundo del boxeo. Esta estructura narrativa, aunque puede resultar confusa al principio, es fundamental para comprender la motivación de los personajes y la complejidad de la historia. La música de Elmer Bernstein, con sus melodías melancólicas y palpitantes, refuerza la atmósfera tensa y reflexiva de la película.

Aunque el guion, escrito por Robert Towne, es sólido y presenta un dilema moral claro, su principal debilidad reside en la caracterización de algunos personajes secundarios. A pesar de ello, la película logra mantener el interés del espectador a lo largo de toda su duración. La película no ofrece soluciones fáciles ni respuestas definitivas. En lugar de ello, plantea preguntas inquietantes sobre el precio del éxito, la influencia del dinero y la importancia de la integridad personal. "El chico de los guantes" no es un espectáculo explosivo, pero sí una experiencia cinematográfica reflexiva y memorable. Una película que invita a la contemplación y que, incluso décadas después, sigue siendo relevante por su retrato honesto del talento, la ambición y la corrupción.

Nota: 8.5/10