El Cid: La leyenda (2003)

“El Cid: La leyenda” es un espectáculo cinematográfico que, sin duda, intenta abarcar un legado monumental. La película de Carlos Saura, estrenada en 1999, se presenta como una épica reencarnación de la vida y las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid, un personaje tan fascinante por su contradicción y su leyenda como por su realidad histórica. El filme no se limita a narrar la biografía del héroe castellano; busca, sobre todo, evocar la atmósfera, el espíritu y el conflicto que lo caracterizaron, intentando capturar la esencia de un hombre que se convirtió en símbolo de la nobleza y la fuerza de la Reconquista.

La dirección de Carlos Saura, con su habitual sensibilidad estética, se distingue por una cuidadosa recreación de los paisajes castellanos, particularmente las amplias y desoladas llanuras. La fotografía de José Luis Salzano es magnífica, empleando una paleta de colores terrosos y dorados que transmite la crudeza y la belleza del entorno medieval. Sin embargo, la película a veces se deja llevar por una excesiva ornamentación visual, por un cuidado meticuloso en los detalles que, en ocasiones, aleja al espectador de la acción real. El ritmo narrativo, por otro lado, es pausado, casi contemplativo, lo que puede resultar denso para aquellos que no estén acostumbrados a este tipo de películas épicas. No es una película para dejarse llevar, exige atención y paciencia.

Las actuaciones son consistentemente sólidas. Personas Aranda, como Rodrigo Díaz, ofrece una interpretación imponente y llena de matices. Su Cid no es un héroe inmaculado, sino un hombre complejo, atormentado por la lealtad, el honor y la ambición. La interpretación de Elena Anaya como Urraca, la reina de León, es igualmente convincente, representando la figura de una soberana tiránica y ambiciosa que se convierte en un importante antagonista de la historia. El resto del reparto, incluyendo a actores como Juan Fernández, también cumple con creces, aportando autenticidad y credibilidad a los personajes. Sin embargo, la película a veces subestima a algunos personajes secundarios, relegándolos a roles meramente de apoyo.

El guion, adaptado de la obra de crónica de Antonio Pérez, es uno de los puntos más débiles de la película. Si bien intenta ser fiel al espíritu de la crónica, a menudo se pierde en descripciones excesivamente detalladas y diálogos que, aunque poéticos, se sienten artificiosos. La película se enfoca más en la ambientación y en la representación visual del personaje, sacrificando, en ocasiones, la profundidad psicológica y la argumentación. La trama, a pesar de los momentos de tensión y drama, tiende a ser lineal y predecible, sin grandes sorpresas o giros argumentales que rompan con la rutina. Se intuye el esfuerzo de explorar las motivaciones y conflictos internos del Cid, pero la traducción a la pantalla no es siempre la más efectiva. Se trata de un guion que, en su empeño por abarcar la vida entera del personaje, termina diluyéndola. En definitiva, la película es un esfuerzo ambicioso que, aunque visualmente atractiva y con actuaciones sólidas, carece de la fuerza y la profundidad necesarias para consolidarse como un clásico del género.

Nota: 6/10