El código Da Vinci (2006)

“El Código Da Vinci” es un título que, inevitablemente, evoca una mezcla de expectación y cierto escepticismo. La película, dirigida por Ron Howard, no logra, en mi opinión, capturar la esencia del libro homónimo de Dan Brown, aunque sí ofrece una experiencia visualmente atractiva y un thriller de suspense, aunque a menudo previsible, que podría resultar entretenida para el público general. Howard se enfoca en la aventura y el juego de pistas, sacrificando, en gran medida, la profundidad intelectual que hacía tan cautivadora la novela.

La dirección es competente, creando una atmósfera de misterio en las distintas ubicaciones, desde el Museo del Louvre hasta las iglesias barrocas de Francia. Las secuencias de acción, aunque exageradas a veces, están bien coreografiadas y contribuyen a mantener el interés del espectador. Sin embargo, la película carece de una visión artística más audaz; la fotografía es correcta, pero no destaca. El uso de la música, en general, es discreta, sirviendo principalmente para generar tensión, pero sin aportar una identidad sonora distintiva.

Las actuaciones son sólidas, aunque no extraordinarias. Ansel Elgort como Robert Langdon ofrece un protagonista carismático y inteligente, capaz de encarnar el ardor intelectual del simbologista sin caer en la pomposidad excesiva. Tom Hanks, en el papel de Langdon en una versión alternativa, se muestra convincente como el investigador meticuloso y la persona que aporta un contrapunto al personaje original. Sin embargo, Audrey Tautou como Sophie Neveu, la criptógrafa, se siente un tanto desprovista de profundidad y su arco de personaje es, en general, poco desarrollado. Ian McKellen, como Silas, el supuesto líder de la sociedad secreta, ofrece una interpretación teatralmente interesante, aunque su personaje es excesivamente caricaturesco.

El guion, en mi opinión, es el punto más débil de la película. Si bien mantiene el ritmo trepidante propio de un thriller, se basa en simplificaciones excesivas y en elementos argumentales que resultan poco creíbles. La investigación de Langdon y Sophie se siente, a menudo, como un ejercicio de adivinanzas, en lugar de una exploración lógica y razonada de los símbolos y enigmas. Las teorías que se plantean, aunque basadas en la realidad histórica, se presentan de forma superficial, y la trama se llena de giros inesperados y momentos inverosímiles. El debate sobre la verdadera naturaleza de la Virgen María, aunque relevante en la novela, queda relegado a un segundo plano, dando lugar a una simplificación de la historia.

En resumen, “El Código Da Vinci” es un entretenimiento visual y de suspense que, aunque no llega a alcanzar el calibre del libro original, ofrece una experiencia cinematográfica entretenida y que podría resultar interesante para aquellos que no hayan leído la novela. No obstante, la película sacrifica la profundidad intelectual y el rigor histórico en favor de un ritmo frenético y una trama llena de giros.

Nota: 6/10