“El Cohete de Gibraltar” es, en esencia, una película de corazón que busca reconectar con la nostalgia de los años 70, pero que, desafortunadamente, no logra aterrizar del todo sus ambiciones. Dirigida por James Gray, la película nos presenta a Levi Rockwell (Jeff Bridges), un excéntrico y olvidado publicista de Nueva York que regresa a su hogar familiar en Long Island para celebrar su 77 cumpleaños. La premisa inicial, una reunión multigeneracional llena de secretos y relaciones conflictivas, tiene el potencial de ser tremendamente atractiva. Sin embargo, la película se pierde a menudo en un torpe ejercicio de melodrama, donde las emociones se declaran en lugar de sentirse, y los diálogos, aunque a veces ingeniosos, carecen de la autenticidad necesaria para realmente resonar.
Jeff Bridges, como siempre, ofrece una actuación magistral, llevando con elegancia la compleja personalidad de Levi. Captura a la perfección la amargura, el humor sarcástico y la profunda soledad del personaje. Es el corazón de la película, el punto de conexión emocional que, a pesar de los obstáculos, se abre a la posibilidad de una nueva relación con su nieto, Cy Blue (Charlie Evans). La química entre Bridges y Evans es genuina y conmovedora, siendo la escena donde Levi intenta aprender a jugar con Cy Blue una de las más memorables. Las actuaciones de la hija de Bridges, Haley Feist, y de la esposa del protagonista, Mary-Ann (Julianne Moore), también son sólidas, aunque el guion no les ofrece oportunidades suficientes para desplegar su talento. Moore, en particular, se ve relegada a un papel secundario que, si bien no es que esté mal interpretado, deja una sensación de potencial desperdiciado.
James Gray se adentra en la exploración de la familia, la pérdida y el arrepentimiento, temas recurrentes en su filmografía. La dirección es visualmente atractiva, con una paleta de colores rica y vibrante que evoca el ambiente de los años 70. La fotografía de Lachlan McGillivray, en particular, es excelente, creando atmósferas cálidas y acogedoras, aunque también cargadas de melancolía. Sin embargo, el guion, coescrito por Gray y Oscar Sharp, es donde la película más consistentemente falla. El ritmo es irregular, con momentos de brillante ingenio interrumpidos por largos diálogos expositivos y situaciones artificiales. La construcción de los personajes secundarios es superficial, y las motivaciones de algunos de ellos no están del todo claras. La constante reiteración del deseo de Levi por un funeral vikingo, aunque con intención humorística, termina por convertirse en una carga para la trama.
La película intenta, con éxito en algunos momentos, abordar temas como el legado familiar, el secreto y la búsqueda de la redención. Pero, en general, se siente como un ejercicio de nostalgia que se queda en la superficie, sin profundizar lo suficiente en las complejidades de las relaciones humanas. La banda sonora, con canciones de los 70, es agradable, pero no contribuye significativamente a la experiencia cinematográfica. “El Cohete de Gibraltar” es una película que, a pesar de las fortalezas de Jeff Bridges y la dirección visual de James Gray, no alcanza su máximo potencial. Es una película con momentos de brillantez, pero que, en última instancia, se siente un poco incompleta y desapasionada.
Nota: 6/10