El consentimiento (2023)

“El consentimiento” no es solo una película, es un viaje inquietante y profundamente perturbador al corazón de una relación abusiva y su devastadora huella en la psique de una joven. Dirigida con maestría por Justine Trietel, la película se sumerge en la atmósfera opulenta y a la vez inquietante de París en la década de 1985, utilizando el icónico paisaje urbano para acentuar la desconexión entre la apariencia de sofisticación y la realidad dolorosa que se desarrolla en la vida de Vanessa.

La película se centra en la relación entre Vanessa, interpretada con una vulnerabilidad exquisita por Laetitia Dosier, y Gabriel Matzneff, magistralmente encarnado por Pierre Lesure. Lesure, con su mirada penetrante y su presencia imponente, logra transmitir la complejidad de un hombre brillante, atormentado y, en última instancia, profundamente dañino. Su actuación no es una glorificación del personaje; en cambio, nos obliga a contemplar la gradual y escalofriante erosión de la inocencia de Vanessa bajo su influencia. La química entre Dosier y Lesure es palpable, no en un sentido romántico, sino en un estudio escalofriante de la manipulación y la fascinación autodestructiva.

El guion, adaptado de la memoria de Vanessa, es la columna vertebral de la película. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente hasta alcanzar un clímax emocional de gran impacto. La dirección de arte y la cinematografía, con un uso efectivo de la luz y la sombra, contribuyen a crear una atmósfera de suspense y melancolía. No se recurre a melodramas baratos; la película se basa en la sutileza para revelar la creciente angustia de Vanessa. Se exploran las consecuencias psicológicas del abuso de poder con una honestidad brutal, sin buscar la simpatía del espectador, sino con el objetivo de generar una comprensión profunda de la experiencia de la víctima.

El film no idealiza ni romantiza el personaje de Matzneff, mostrando las consecuencias de su comportamiento de manera muy explícita. Se presenta como un hombre que, a pesar de su talento y su reconocimiento intelectual, carece de empatía y de la capacidad de establecer relaciones saludables. La película no ofrece respuestas fáciles, ni juicio moral directo, sino que se centra en la reconstrucción del trauma de Vanessa y su lucha por recuperar el control de su vida. Es una película que te permanece en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar, provocando reflexiones sobre el poder, la vulnerabilidad y la complejidad de las relaciones humanas.

Nota: 8/10