“El contrato del dibujante” (The Contract of the Drawer) es una joya de suspense gótico que se sumerge en la atmósfera opresiva de la Inglaterra rural del siglo XVII. Dirigida con maestría por John Crowley, la película no es un thriller de acción desenfrenado, sino un ejercicio de tensión psicológica que se desenvuelve a un ritmo medido, consciente de la importancia de la observación y el detalle. Crowley, conocido por su estilo visualmente rico y su habilidad para crear mundos convincentes, entrega una obra que se disfruta tanto por su estética como por la sutileza de su narrativa.
La película se centra en Neville, interpretado con una intensidad glacial por Ralph Ineson. Ineson, además de su presencia física imponente, consigue transmitir la creciente paranoia y la profunda inseguridad del personaje, que se siente constantemente observado y manipulado. Su actuación es el núcleo de la película, y es mediante la observación de su lenguaje corporal, sus miradas y sus silencios que el espectador comienza a compartir su creciente desasosiego. Es importante destacar que el personaje de Neville no es un villano, sino un hombre atrapado en una red de sospechas y mentiras, lo cual añade una capa de ambigüedad moral que hace que la película sea mucho más interesante que un simple drama de enredos amorosos.
La dirección de arte y la fotografía son elementos clave en la construcción del ambiente gótico. Compton Anstey es representada con una belleza inquietante, un paisaje sombrío y grandioso que se siente como un personaje en sí mismo. Las escenas en los jardines, iluminadas con una luz suave y misteriosa, son particularmente memorables. El uso del color es deliberado; predominan los grises y los verdes apagados, que refuerzan la sensación de melancolía y decadencia. La cinematografía, con sus largos planos y sus encuadres cuidadosamente seleccionados, contribuye a crear una atmósfera de suspense constante, sin necesidad de recurrir a clichés visuales.
El guion, adaptado de la novela de David Dickinson, es un logro en sí mismo. La trama se teje lentamente, revelando pistas y sospechas gradualmente. Crowley no rehúye de los giros inesperados, pero los incorpora de manera orgánica a la historia. La historia explora temas como la ambición, la desconfianza, el secreto y la fragilidad de la verdad. No hay respuestas fáciles ni finales felices; la película deja al espectador con más preguntas que respuestas, lo cual es una de sus mayores fortalezas. La película, además, genera una gran cantidad de suspense, y los momentos de tensión son muy bien construidos. La ambientación es impecable, y la historia se desarrolla con un ritmo pausado pero efectivo.
En definitiva, "El contrato del dibujante" es una película de suspense elegante y atmosférica que, si bien no es para todos los gustos (debido a su lentitud y a la falta de acción explícita), recompensa al espectador atento con una experiencia cinematográfica satisfactoria y estimulante. Es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad, la ambición y las consecuencias de nuestras acciones. Es un ejemplo de cómo el suspense gótico puede ser revitalizado y llevado a la pantalla con maestría.
Nota: 8/10