El convento (2018)

“El convento” de Juan Antonio Bayona no es una película que se olvida fácilmente. A pesar de las promesas de un thriller psicológico con elementos sobrenaturales que despertaron gran expectación, la cinta ofrece una experiencia cinematográfica tensa, perturbadora y, en última instancia, frustrante. Bayona logra, sin duda, evocar una atmósfera opresiva y claustrofóbica que se adhiere a la piel del espectador desde los primeros segundos. La estética visual, con sus colores apagados, la iluminación tenue y los espacios angostos del convento, es un componente fundamental para generar esta sensación de incomodidad constante.

La dirección de Bayona es, como suele ser habitual en su filmografía, impecable. Maneja la tensión con maestría, construyendo un suspense que se va intensificando gradualmente, utilizando eficazmente el ritmo y la música para sumir al espectador en la confusión y el temor. Sin embargo, el guion, escrito por Bayona y Diego Sinén, es donde reside el principal problema de la película. Si bien la premisa – una joven embarazada que busca refugio en un convento aparentemente sereno – es intrigante, la historia se desarrolla de una forma demasiado artificiosa y, en ocasiones, inverosímil. Los elementos paranormales, presentes a partir de la segunda mitad de la película, se introducen de forma abrupta y a menudo carecen de una justificación lógica dentro del marco de la narrativa. La resolución final, que intenta dar una explicación coherente a los eventos, resulta demasiado forzada y, en mi opinión, resta credibilidad a todo el relato.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Lucía Ortega como Mary. Transmite con convicción el desamparo, el miedo y la desesperación de la protagonista. El resto del elenco cumple con su cometido, aportando personajes interesantes que, aunque bien interpretados, no logran compensar las fallas del guion. La figura de la Madre Superiora, interpretada por Nerea Acuña, es particularmente inquietante, pero su personaje, aunque ambiguo, se ve reducido a un mero vehículo para el horror, sin que se profundice en su motivación o en su psicología.

“El convento” no es una obra maestra, ni tampoco una experiencia cinematográfica particularmente satisfactoria. Sin embargo, posee una calidad técnica considerable y la capacidad de generar una atmósfera de terror inquietante. La película plantea preguntas sobre la vulnerabilidad, el poder y la manipulación, temas que, si bien no se abordan con profundidad, siempre son dignos de reflexión. En definitiva, se trata de una película que se disfruta más por su ambiente opresivo que por su trama compleja. No es un thriller de terror en el sentido tradicional, sino más bien una exploración, aunque imperfecta, de la oscuridad que puede esconderse bajo las apariencias.

Nota: 6/10