“El corredor del laberinto: La cura mortal” no es solo un final de saga, sino una conclusión deliberadamente ambigua que, a mi juicio, se queda a medio camino entre la grandilocuencia de un evento épico y la decepción por no haber aprovechado plenamente el potencial de su mundo. Tras años de construir un universo distópico fascinante, plagado de reglas complejas y personajes memorables, esta entrega busca responder a preguntas fundamentales sobre el origen de la Flota Corredora y la verdadera naturaleza de la enfermedad Corredora, pero termina dejando una sensación de incompletitud que es difícil ignorar.
Dirigida por Doug Liman, la película intenta mantener el ritmo frenético que caracterizó la saga. Las escenas de acción, con persecuciones espectaculares y secuencias de parkour vertiginosas, son, en su mayoría, efectivas y visualmente impresionantes. Liman, como siempre, demuestra su dominio de la planificación y la coreografía de las escenas de riesgo, pero a veces el énfasis en la espectacularidad termina restando profundidad a la narrativa. La acción se convierte en un fin en sí mismo, en lugar de un medio para explorar las implicaciones de las decisiones de los personajes.
La actuación es un punto fuerte indiscutible. Pedro Pascal, como Thomas, entrega una interpretación sólida y con matices, capturando la carga emocional y el peso de su misión. Hoy Campbell, en el papel de Cassie, evoluciona como personaje, mostrando una mayor complejidad y determinación. Sin embargo, algunos de los personajes secundarios, como Skylar Wallace, no logran el mismo impacto y se limitan a cumplir roles predefinidos. La tensión entre los hermanos Wallace, aunque representada, carece de la intensidad que se esperaría de un conflicto de esta magnitud. La química entre los actores es genuina, pero no siempre suficiente para elevar el nivel general.
El guion es donde la película más notablemente falla. Si bien la idea de la Last City como un laberinto controlado por la WCKD ofrece un lienzo interesante para la intriga y el suspense, la ejecución es desigual. Los giros argumentales, presentados a un ritmo vertiginoso, a menudo se sienten forzados y poco creíbles. Se intenta explorar temas como la manipulación genética, el libre albedrío y la moralidad, pero la película se desvía constantemente para centrarse en la acción, perdiendo así la oportunidad de profundizar en reflexiones significativas. La construcción del mundo, a pesar de ser rica en detalles, no siempre se integra perfectamente en la trama, y ciertos elementos de la historia parecen más artificiosos que orgánicos. El intento de resolver el misterio de la Flota Corredora, con una revelación final que, si bien es impactante, se siente excesivamente simplificada, como si se hubieran sacrificado las complejidades construidas a lo largo de la saga por el deseo de ofrecer una respuesta fácil.
En definitiva, “El corredor del laberinto: La cura mortal” es un espectáculo visualmente estimulante pero narrativamente frágil, un final que, a pesar de sus virtudes, se siente incompleto y decepcionante. Una película que podría haber sido un homenaje digno a la saga, pero que, en última instancia, se queda a medio camino de su potencial.
Nota: 6/10