El cortador de césped (1992)

“El Cortador de Césped” (Precisely), la reciente película de Philippe Laflamme, es una experiencia cinematográfica inquietante y profundamente perturbadora que se instala en la mente del espectador mucho después de que terminan los créditos. La película no busca la espectacularidad o el entretenimiento convencional; en cambio, se adentra en un territorio oscuro y filosófico que explora los límites de la ética científica, el condicionamiento mental y la naturaleza de la individualidad. La película, que ha generado un intenso debate sobre su contenido, no es una obra fácil, pero su ambición y su valentía merecen ser reconocidas.

La dirección de Laflamme es precisa y claustrofóbica. La película se desarrolla casi exclusivamente en un laboratorio, un espacio frío y aséptico que refleja la deshumanización del proceso central. El uso de la cámara es deliberadamente restringido, siguiendo a los personajes con una franqueza que acentúa su aislamiento. Esta elección narrativa es efectiva para transmitir la sensación de encierro y la progresiva pérdida de control. La película se construye lentamente, creando una tensión palpable que se intensifica a medida que la inteligencia del sujeto, interpretado magistralmente por Denis Ménochet, se expande exponencialmente. Su actuación es sutil y cargada de matices, transmitiendo la confusión, el miedo y la creciente desorientación de un hombre cuya percepción de la realidad se desmorona.

El guion, coescrito por Laflamme y Bruno Hadida, es la verdadera fuerza de la película. El diálogo es conciso y cargado de significados ocultos. La película no explica; en cambio, plantea preguntas incómodas sobre la responsabilidad del científico, el impacto del poder y la concepción misma de la humanidad. La premisa, la experimentación con drogas y realidad virtual para mejorar la capacidad intelectual de un individuo con discapacidad mental, es perturbadora desde el principio. Pero la película no se detiene en explicaciones superficiales. En su lugar, se centra en las consecuencias de esta intervención, mostrando cómo el sujeto se transforma en algo drásticamente diferente. La película explora la posible pérdida del libre albedrío y la pregunta esencial: ¿es mejor la felicidad, aun si es artificial, que la libertad para definir la propia identidad? La ambigüedad del final, que no ofrece respuestas fáciles, es deliberada y contribuye al impacto duradero de la película.

Si bien la película puede resultar excesivamente sombría y la lentitud podría frustrar a algunos espectadores, su atmósfera opresiva, las interpretaciones sólidas y su guion inteligente la convierten en una obra distintiva. “El Cortador de Césped” es una película que te exige una participación activa, que te invita a reflexionar sobre temas profundos y que te deja con la sensación de que, quizás, has presenciado algo que te ha cambiado.

Nota: 7/10