“El Cuarto Protocolo” no es una película que sea fácil de olvidar, aunque tampoco sea una obra maestra cinematográfica que haga historia. Basada en la novela de Frederick Forsyth, la cinta de Paul Verhoeven se presenta como un thriller de espías británico, un género que ha tenido sus momentos brillantes, pero que a menudo sucumbe a la exageración y la falta de sutileza. Verhoeven, sin embargo, logra mantener un cierto equilibrio, ofreciendo una experiencia tensa y perturbadora que, a pesar de sus defectos, merece la pena analizar.
La película se centra en el agente ruso Viktor ‘K’ Kovalenko, interpretado con una frialdad glacial por Mads Mikkelsen. Su llegada a Inglaterra, bajo una identidad falsa y la aparente facilidad con la que se integra en la sociedad, genera una profunda desconfianza por parte de las autoridades británicas. El director logra construir una atmósfera de paranoia y sospecha, donde cada encuentro, cada conversación, cada gesto puede ser una amenaza encubierta. Mikkelsen, en particular, ofrece una actuación magistral, transmitiendo una calma calculada y una amenaza latente que te eriza la piel. Su ‘K’ no es un villano caricaturesco, sino un individuo complejo y misterioso, cuya motivación final se revela solo al final de la trama, lo que le otorga un peso considerable a su actuación.
La dirección de Verhoeven es meticulosa y precisa. La película está llena de detalles visuales que contribuyen a la sensación de incomodidad y desasosiego. La fotografía, con tonos grises y apagados, realza el ambiente opresivo y la sensación de que algo terrible está a punto de suceder. El uso del sonido es particularmente efectivo, con diálogos que se escuchan a lo lejos, susurros inquietantes y música de fondo minimalista pero inquietante. Verhoeven evita la violencia gratuita y se centra más en la tensión psicológica, creando una experiencia que es, a la vez, claustrofóbica y fascinante. Sin embargo, a veces la película recae en clichés del género, con algunos flashbacks que, si bien sirven para explicar el pasado del personaje, resultan innecesarios y ralentizan el ritmo.
El guion, adaptado de la novela de Forsyth, es sólido en su base, pero podría haber sido más conciso. La trama principal es interesante, pero algunos de los subtramas, especialmente aquellas relacionadas con los agentes británicos, se sienten algo desaprovechadas. La novela, rica en detalles y complejidad, se ha visto reducida en la adaptación cinematográfica, aunque el núcleo del misterio – la identidad de ‘K’ y su misión – se mantiene intacto. La película se beneficia enormemente de la ambigüedad moral que Forsyth establece, dejando al espectador con la duda sobre si ‘K’ es realmente un enemigo o simplemente un hombre en una misión con consecuencias impredecibles.
En definitiva, “El Cuarto Protocolo” es un thriller inteligente y atmosférico que, aunque no alcanza la excelencia, ofrece una experiencia de suspense convincente y una actuación memorable de Mads Mikkelsen. Es una película que explora la naturaleza de la paranoia, la manipulación y la fragilidad de la identidad en un mundo de secretos y traiciones. Aunque el ritmo podría ser mejor y algunas escenas podrían haberse simplificado, la calidad general de la película es alta y justifica la recomendación para los aficionados al género.
Nota: 7.5/10