El despertar de Sharon (1991)

“El Despertar de Sharon” es una película que, a primera vista, podría parecer un ejercicio de cine explícito y sensacionalista. Sin embargo, tras la superficie, se revela una obra intrigante y perturbadora que no solo explora las sombras del deseo y la adicción, sino que también plantea profundas preguntas sobre la redención, la fe y el impacto de los traumas pasados. La película, dirigida con una firmeza sombría por Michael Winterbottom, no se conforma con el simple entretenimiento; se atreve a desafiar al espectador con una narrativa incómoda y llena de ambigüedad.

El guion, escrito por James Oliver, se beneficia de un ritmo deliberadamente pausado, casi obsesivo, que permite que el espectador se sumerja en la mente y el mundo interior de Sharon, interpretada magistralmente por Naomi Watts. Su actuación es, sencillamente, excepcional. Watts transmite una vulnerabilidad cruda y una intensidad palpable que, a pesar de la naturaleza desafiante de su personaje, genera una profunda empatía. No se trata de una heroína; es una mujer atormentada, consumida por el remordimiento y la necesidad de encontrar significado en un mundo que le ha robado la inocencia. La relación entre Sharon y Randy (Peter Mullan), un fundamentalista evangélico, es el núcleo de la historia y se desarrolla con una naturalidad inquietante. Mullan, por su parte, ofrece una interpretación aterradora de un hombre convencido de que ha encontrado la salvación, y su fe, aunque se manifiesta a través de la manipulación y el control, aporta un elemento de desesperación al caos de Sharon.

Winterbottom, conocido por su trabajo en películas controvertidas, dirige con una precisión que intensifica la atmósfera claustrofóbica y la sensación de desasosiego. La fotografía, con sus colores apagados y la iluminación sombría, refleja el estado emocional de Sharon, atrapada en un ciclo de culpa y búsqueda de placer. El uso del sonido es también significativo; el ruido de los bares, las conversaciones íntimas y la música gospel crean una cacofonía que refleja el caos interior de la protagonista. La película no rehúye de la desnudez física, pero lo que realmente preocupa es la vulnerabilidad emocional de Sharon y la manera en que su pasado la persigue. El desarrollo de la trama, aunque lento, es cuidadosamente construido, explorando la psicología de los personajes y las complejas dinámicas de su relación.

Es importante recalcar que “El Despertar de Sharon” no es una película fácil de ver. Es una obra que provoca reflexión y que, a menudo, es desagradable. Sin embargo, su ambición y la calidad de su ejecución la convierten en una experiencia cinematográfica memorable. No ofrece respuestas fáciles, sino que nos plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la fe, la búsqueda de la redención y el poder de los traumas. Es un retrato crudo y honesto de una mujer que busca desesperadamente escapar de su pasado, aunque esa escapada la lleve por caminos oscuros y peligrosos.

Nota: 8/10