El detective cantante (2003)

“El detective cantante” es una cinta que, en su esencia, propone un experimento narrativo interesante pero que termina siendo más un ejercicio formal que una experiencia cinematográfica verdaderamente satisfactoria. Dirigida por Todd Phillips, la película se ancla en la atmósfera vibrante y melancólica de Los Ángeles de los años 50, un entorno que consigue recrear con notable éxito a través de la fotografía y el diseño de producción. Sin embargo, la ejecución de la trama y el desarrollo de personajes se ven comprometidos por una narrativa fragmentada y una confusión constante que, aunque intencionada, se siente más como un enredo que como una evolución orgánica.

La película gira en torno a Dan Dark, interpretado con un matiz fascinante por John Everett, un escritor en declive que, mientras lucha contra una grave enfermedad y una profunda depresión, comienza a construir la historia de un detective cantante. Everett entrega una actuación reservada, casi etérea, donde su rostro refleja la angustia y la alienación de un hombre atrapado entre su realidad y sus fantasías. El guion, escrito por Phillips, Scott Malkinson y Ben Martinez, intenta explorar la naturaleza de la creatividad, la adicción y la frontera entre la realidad y la ficción, pero termina tropezando con su propia complejidad. Las constantes incursiones en la mente de Dan, a través de un formato de flashback y presente, resultan confusas y, en ocasiones, frustrantes, despojando de impacto las escenas más relevantes.

La banda sonora, curada por el fallecido Brian Reitzell, es indudablemente uno de los puntos fuertes de la película. La música electrónica, con sus sintetizadores reverberantes y ritmos envolventes, crea una atmósfera particular, evocadora de las películas de cine negro y de la cultura underground de la época. Sin embargo, la música, aunque efectiva, a veces se siente como un elemento aislado, más como una textura sonora que como una herramienta narrativa. La cinematografía de Greg Fraser es impecable, utilizando luces y sombras para generar una atmósfera opresiva y melancólica. La dirección de arte es notable, capturando la esencia de la época con detalles meticulosos, desde la ropa y los coches hasta la decoración de los bares y los clubes nocturnos.

No obstante, la película se diluye en un laberinto de flashbacks y sueños que, aunque pretenden profundizar en la psique de Dan Dark, terminan nublando la historia principal. La trama de la prostituta, Lily, interpretada por Ana de Armas, es interesante pero se siente subdesarrollada, convertida en un vehículo para los propios juegos mentales del protagonista. La resolución de la historia principal se siente apresurada y poco satisfactoria. En definitiva, “El detective cantante” es una película con potencial, pero que, al final, se queda en un intento fallido de crear una experiencia cinematográfica cohesiva y estimulante. La ambición es admirable, pero la ejecución no está a la altura.

Nota: 6/10