El día del fin del mundo (1980)

“El día del fin del mundo” no es precisamente la catástrofe apocalíptica que se podría esperar tras la promesa de un drama con un volcán al borde de la erupción. La película de Shelby Gilmore, aunque visualmente impactante y con una ambientación paradisíaca que roba la atención, se siente más como un estudio psicológico sobre la avaricia humana y el precio del secreto que construido sobre una amenaza latente. La película se centra en la dinámica entre Shelby Gilmore, interpretada con una sutileza magnética por Naomi Watts, y Bob Spangler, el dueño de la isla y el magnate petrolero que, a pesar de conocer el peligro inminente, prioriza las ganancias económicas sobre la seguridad de sus habitantes. Y ahí reside el corazón problemático de la película.

Watts ofrece una actuación contenida pero poderosa, logrando transmitir la creciente angustia moral de Shelby a medida que se percibe la inminente amenaza. Su personaje evoluciona de una ejecutiva de hotel ambiciosa a una mujer que lucha con su conciencia y con la responsabilidad que le pesa. No obstante, el resto del reparto, salvo un breve cameo, no logra alcanzar la misma profundidad. El personaje de Spangler, interpretado por Raúl Castillo, se queda en un plano más plano, predeterminado y casi caricaturesco, lo que dificulta la empatía hacia su decisión. Su villanía no es compleja ni justificada, lo que resta fuerza a la confrontación final.

El guion, escrito y dirigido por Gilmore, se basa en la tensión narrativa, construyendo el suspense poco a poco, casi como una amenaza silenciosa que se cierne sobre la isla. La belleza del paisaje hawaiano, con sus playas de arena negra y las lavas incandescentes, contrasta brutalmente con la creciente desesperación de los personajes. Sin embargo, la película, en su búsqueda de explorar temas como la corrupción, la responsabilidad y la moralidad, a veces se pierde en digresiones innecesarias que alargan el ritmo y desdibujan la dirección. Gilmore no ofrece respuestas fáciles ni soluciones moralmente claras, pero a veces eso se traduce en una película que se siente un poco confusa, carente de un propósito central claro y, francamente, un tanto torpe en su planteamiento.

A pesar de sus fallas, “El día del fin del mundo” es una película que invita a la reflexión. Plantea preguntas difíciles sobre la ética empresarial, el poder de la información y las consecuencias de ignorar la realidad. Si bien la ejecución no es impecable, la atmósfera opresiva, la fotografía cuidada y la interpretación de Naomi Watts logran mantener el interés del espectador hasta el final, aunque no sin cierta frustración. En definitiva, es una película que, como el propio volcán que amenaza la isla, puede ser tanto hermosa como destructiva.

Nota: 6.5/10