El día del presidente (1979)

“El día del presidente” es un thriller político de suspense meticulosamente construido por Denis Villeneuve, y aunque no redefine la comedia negra, sí que establece un nuevo estándar en el género. La película se centra en un presidente (interpretado con una precisión escalofriamente contenida por Frank Langella) que, en un día crucial para su reelección, debe improvisar un discurso improvisado frente a una serie de audiencias cuidadosamente seleccionadas. Lo que comienza como una premisa simple, una búsqueda desesperada por mantener la fachada de autoridad, rápidamente se convierte en una exploración perturbadora de la manipulación, la paranoia y la fragilidad de la imagen pública.

Villeneuve, conocido por su maestría en crear atmósferas tensas, no escatima en detalles para transmitir la creciente sensación de incomodidad. Cada audiencia – desde militares y damas de la moralidad hasta deportistas de élite y representantes de la oposición – se presenta como un pequeño y claustrofóbico escenario, donde la reacción de cada individuo, una mirada, una ligera vacilación, sirve para exacerbar la presión sobre el presidente. La película evita la espectacularidad y se centra en lo psicológico, dejando que el espectador se sumerja en la mente atormentada del protagonista. La dirección de Villeneuve es magistral; utiliza la cámara de forma sutil y efectiva, priorizando los primeros planos y los planos cerrados para intensificar el impacto emocional.

Las actuaciones son excepcionales. Frank Langella ofrece una interpretación extraordinaria, no recurriendo a gestos exagerados, sino utilizando una mirada entrenada y un control absoluto de su voz para comunicar la creciente desesperación y el miedo del personaje. El resto del reparto, incluyendo a Elizabeth Marvel como la jefa de la Casa Blanca, contribuyen a la atmósfera opresiva. No obstante, la película no necesita de efectos especiales bombásticos. La verdadera fuerza de “El día del presidente” reside en el guion, que es inteligente, mordaz y sorprendentemente efectivo. Se desbarata la idea romántica de la política como un servicio público, revelando un sistema corrupto y manipulador donde la imagen y el control son lo más importante.

La película no ofrece respuestas fáciles ni juicios definitivos. En lugar de eso, se limita a presentar una visión sombría y realista de cómo el poder puede corromper y cómo se puede usar para controlar y manipular a la población. Hay momentos de humor negro, sutil y perturbador, que alivian el peso del suspense, pero sin disminuir la calidad de la trama. Villeneuve logra crear una experiencia cinematográfica inquietante y memorable, que permanecerá contigo mucho después de que terminen los créditos. La película es un comentario social inteligente sobre la naturaleza de la política y la importancia de la verdad.

Nota: 8/10