“El día que vendrá” es una película que se instala en la mente mucho después de que terminan los créditos. No es un espectáculo deslumbrante de efectos especiales o una narrativa particularmente original, pero sí una experiencia cautivadora, alimentada por las interpretaciones sólidas de su elenco y una dirección exquisita que captura la amargura y la esperanza de la posguerra europea. La película, dirigida por Roger Lederer y Michael Grandage, se centra en la tensa relación que se gesta entre Rachael Morgan (Keira Knightley) y el viudo alemán, Johann (Alexander Skarsgård), una dinámica de puro choque cultural y sexual que se despliega con un control magistral.
Knightley ofrece una actuación sutil y poderosa como Rachael, una mujer pragmática y decidida que se ve sacudida por la inesperada presencia de Johann. Su personaje no es una heroína romántica, sino una mujer que lucha por encontrar su lugar en un mundo devastado y que se ve obligada a reevaluar sus convicciones. Skarsgård, por su parte, logra una interpretación increíblemente matizada de Johann. La atormenta interna de este hombre, marcado por la pérdida y el trauma de la guerra, se siente palpable en cada mirada, en cada gesto. La química entre Knightley y Skarsgård es, en esencia, el corazón de la película, un baile peligroso entre la desconfianza y la atracción. La tensión sexual no se presenta como un mero elemento de artificio, sino como un reflejo del caos que rodea a los personajes y del deseo latente que los une.
La dirección de Lederer y Grandage es notable. El film se beneficia de una paleta de colores apagados, en tonos grises y azules, que reflejan la atmósfera melancólica y desoladora de Hamburgo. La fotografía, tanto en interiores como en exteriores, es exquisita, capturando la belleza decadente de la ciudad en ruinas y la fragilidad de la vida en medio de la devastación. El ritmo de la película es deliberadamente lento, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente, creando un ambiente claustrofóbico que te atrapa desde el principio. Si bien esto puede resultar algo pausado para algunos espectadores acostumbrados a narrativas más rápidas, contribuye a la autenticidad del relato.
Sin embargo, el guion, aunque bien construido, puede sentirse un tanto predecible en algunos momentos. La trama se basa en clichés del género, y algunos diálogos, aunque ingeniosos, podrían haber sido más profundos y menos expositivos. La película no busca ofrecer respuestas fáciles, sino que se limita a explorar las consecuencias emocionales y morales de la posguerra, dejando al espectador con preguntas sobre la capacidad de la humanidad para superar el trauma y construir un futuro mejor. El film se centra en la complejidad de las relaciones humanas en tiempos de guerra, mostrando que la venganza y el odio no son las únicas respuestas ante la adversidad.
A pesar de esta ligera previsibleidad, “El día que vendrá” es una película digna de ser vista. Es un drama atmosférico, inteligente y emocionalmente resonante, que ofrece una perspectiva diferente sobre la posguerra y explora la complejidad del amor y el odio en un contexto devastado. Un relato poderoso que recuerda la necesidad de la comprensión y la empatía en un mundo marcado por la violencia y el sufrimiento.
Nota: 7/10