El discreto encanto de la burguesía (1972)

“El discreto encanto de la burguesía” de Luis Buñuel es una joya de la comedia surrealista, una obra maestra que trasciende el simple entretenimiento para convertirse en una disección implacable de la hipocresía y la vacuidad de la alta sociedad. La película, estrenada en 1972, es un ejercicio magistral de construcción de situaciones absurdas, donde la normalidad se desmorona bajo la presión de deseos reprimidos y la paranoia inherente a un grupo de personas incapaces de conectar de manera auténtica.

La dirección de Buñuel es, como es habitual en su filmografía, un torbellino de detalles meticulosamente colocados. Cada escena está cargada de simbolismo y sugiere múltiples interpretaciones. El uso de la iluminación, con sus contrastes oscuros y claros, y la composición de los planos contribuyen a la atmósfera inquietante y a menudo desorientadora de la película. Buñuel no se limita a mostrar, sino que nos obliga a participar activamente en la construcción del significado, dejándonos con la sensación de que estamos observando una pesadilla lúcida.

Las actuaciones son extraordinarias. Jean-Louis Trintignant como Don Rafael Costa ofrece una interpretación sutilmente perturbadora. Su personaje, un hombre que se esfuerza por mantener una fachada de dignidad, es tan vulnerable como inestable. Simone Signoret, como la elegante y conchuda Madame Sénechal, es igualmente memorable. Su mirada, llena de cinismo y resentimiento, revela un profundo abismo de frustración. La película se beneficia enormemente de las interpretaciones contenidas, de la tensión sutil que se genera entre los personajes y de la manera en que transmiten la incomodidad de sus interacciones.

Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en su guion. La historia, aparentemente sencilla, se transforma en una compleja red de eventos fortuitos y personajes atormentados. Los constantes malentendidos, las muertes repentinas, los objetos inexplicables que aparecen y desaparecen… todo sirve para desenmascarar la fragilidad de la moral burguesa y la necesidad de refugio en la fantasía. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que se limita a exponer las contradicciones y las inseguridades de sus protagonistas. El guion, a menudo, parece estar más interesado en la exploración de la psicología de los personajes que en la progresión lineal de la trama. Este enfoque, aunque a veces desafiante, es lo que otorga a “El discreto encanto de la burguesía” su perdurable atractivo.

La película está impregnada de un humor negro, a menudo incómodo, que funciona como un comentario social mordaz. No se trata de un humor que provoque la carcajada, sino de una risa contenida, una forma de señalar la ridiculez de la pretensión y la hipocresía. La obra es una critica aguda y desapasionada a la sociedad de consumo y al estatus social, mostrando las vidas artificiales que construyen los personajes.

Nota: 9/10