El doble del diablo (2011)

“El doble del diablo” es una película que te atrapa desde el primer plano, sumergiéndote en la atmósfera opresiva de un Bagdad al borde del colapso. La película, dirigida por Hassan Helal, no ofrece grandilocuencia ni espectáculos visuales deslumbrantes, sino una disección psicológica del poder, la identidad y la moralidad, elementos que la convierten en una experiencia cinematográfica poderosa y perturbadora. La historia, basada en un relato real, gira en torno a Latif Yahia, un guardia de seguridad que se ve obligado a adoptar la vida del príncipe Noir Oudaï Hussein, un hombre al que su padre, el dictador Sadam Hussein, ve como una amenaza potencial ante la inminente revolución. La premisa, inicialmente sencilla, se transforma en un complejo análisis de cómo la imposición de una identidad ajena, y el constante ejercicio de poder, corrompen la esencia de un individuo.

La dirección de Hassan Helal es impecable. Logra transmitir, sin recurrir a recursos excesivos, la angustia y el deterioro mental de Latif. La película se nutre de la tensión constante, de los silencios incómodos y de las miradas que revelan la ambigüedad moral de sus personajes. La fotografía, aunque no ostentosa, es crucial para establecer el tono: la luz árida y las tonalidades sepáceas reflejan la corrupción y la desesperanza que impregnan el entorno. La película no rehúye de mostrar la brutalidad de la realidad iraquí, pero lo hace con una sensibilidad que evita la propaganda o el sensacionalismo.

El guion, adaptado del relato de Yasin Seri, destaca por su capacidad de profundizar en la psicología de los personajes. Latif, interpretado con una fuerza notable por Ahmed Fahmy, no es un héroe convencional. Su transformación no se produce por un idealismo altruista, sino por la necesidad de supervivencia y la presión de un padre despiadado. La película explora la fractura entre su verdadera identidad y la máscara que debe portar, mostrando cómo la imitación constante, el aprendizaje de los hábitos y la adopción de la personalidad de Oudaï Hussein lo van deshumanizando lentamente. Las actuaciones son sólidas en su conjunto, pero la dicotomía entre Ahmed Fahmy y el actor que interpreta a Oudaï Hussein, un rostro impasible y distante, es fundamental para el éxito de la película.

Si bien la película se centra en un contexto histórico y político específico, su relevancia trasciende la mera recreación de eventos iraquíes. “El doble del diablo” es una reflexión sobre la naturaleza del poder, la manipulación y la pérdida de la individualidad. La película plantea preguntas incómodas sobre la responsabilidad, la lealtad y los límites de la moralidad. No ofrece soluciones fáciles, ni un juicio definitivo sobre los personajes. Más bien, nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de la ambición desmedida y la corrupción del alma. La película no es fácil de ver, y deja un sabor amargo en la boca, pero es una obra cinematográfica que perdura mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10