El dormilón (1973)

“El dormilón” (The Dormant) es, en su esencia, una meditación sobre el tiempo, la pérdida y la naturaleza misma de la libertad. La película de Richard Stanley, director conocido por su peculiar visión y audacia, no solo presenta un concepto intrincado y original, sino que lo desenvuelve con una atmósfera opresiva y perturbadora que se instala en el espectador desde el primer instante. La premisa de un hombre que ha pasado dos siglos en letargo, despertando en un futuro distópico, es inherentemente poderosa y Stanley la aborda con una meticulosa atención a los detalles que le otorga una credibilidad inquietante.

La dirección es, sin duda, el punto fuerte de la película. Stanley crea un mundo visualmente impactante, una versión sombría y futurista de América. Los escenarios son grises y metálicos, dominados por la omnipresente vigilancia del “Estado”, representado por drones que escanean constantemente a la población. Esta estética no solo es visualmente atractiva, sino que refuerza la idea central de la película: un mundo donde la individualidad y la creatividad son consideradas amenazas y se aplastan bajo el peso de la conformidad. Las secuencias de vigilancia, con sus ángulos inusuales y sus efectos visuales sutiles, son particularmente memorables y generan una sensación constante de paranoia. La banda sonora, minimalista y por momentos disonante, amplifica esta atmósfera de tensión.

La interpretación de Robert Pattinson como Miles Monroe es magistral. Pattinson se aleja considerablemente de los roles románticos que lo han caracterizado y ofrece una actuación introspectiva y sutilmente poderosa. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, pasando de la confusión inicial a un profundo dolor y, finalmente, a una determinada rebeldía. Pattinson no recurre a gestos exagerados, sino que transmite la fragilidad y la vulnerabilidad de Miles a través de la mirada y de los pequeños detalles. El resto del elenco, como Sam Li o Jamie Dornan, cumplen con creces, aportando matices a un mundo que, a pesar del protagonista, resulta complejo y lleno de personajes con sus propias motivaciones y traumas.

El guion, adaptado de un cuento de Stefan Lizarowski, es complejo y requiere una atención plena del espectador. La película no se limita a la mera exposición de la trama, sino que explora la relación de Miles con la música, la pérdida de su esposa y el significado del arte en un mundo que lo ha relegado a la periferia. Sin embargo, la complejidad puede ser, en ocasiones, un problema. Algunos diálogos son un tanto lentos y la película, a pesar de su ritmo general, experimenta momentos de excesiva lentitud. La forma en que se desarrolla la rebelión de Miles, si bien es inevitable, se siente un tanto abrupta y no del todo satisfactoria. La película, en esencia, plantea preguntas muy profundas, pero no ofrece necesariamente respuestas fáciles.

A pesar de algunos inconvenientes narrativos, “El dormilón” es una película ambiciosa y visualmente deslumbrante que ofrece una reflexión inquietante sobre el futuro de la humanidad. Es una película que te obliga a pensar, a cuestionarte tu propia libertad y a valorar las pequeñas cosas que te hacen ser tú mismo. Una experiencia cinematográfica que, sin duda, permanecerá en tu memoria.

Nota: 7.5/10