El enemigo público nº1... mi padre (1993)

“El enemigo público nº1… mi padre” es una película que te golpea desde el primer instante, no solo por su premisa, sorprendentemente conmovedora, sino también por la forma en que la construye la dirección de Rodrigo La Serna. La película no se dedica a caer en clichés ni sentimentalismos fáciles. En lugar de ello, se sumerge en la realidad cruda de un hombre marcado por la desconfianza, el alcohol y una vida de errores, forzado a lidiar con la responsabilidad de una paternidad que nunca soñó. La Serna demuestra un control absoluto del ritmo, sabiendo alternar momentos de tensión intensa con escenas de intimidad que te permiten conectar emocionalmente con Jack (Leonardo DiCaprio, en una actuación magistral) y su evolución.

DiCaprio, como es habitual, ofrece una interpretación impecable. Su Jack es un personaje complejo y moralmente ambiguo, al que le cuesta creer que es padre. La evolución de su personaje, a medida que se enfrenta a la verdad sobre su pasado y a la realidad de la vida de sus hijos, es gradual y creíble. No busca la redención fácil, sino que lucha por comprender su lugar en el mundo y por ser un mejor hombre. Sin embargo, la película no se centra únicamente en Jack. Los jóvenes, Eddie y Kelly, interpretados con naturalidad y vulnerabilidad por los hermanos David Kohl y Elsie Higins, aportan una frescura y un arco vital crucial a la narrativa. Sus personajes son niños que, a pesar de sus circunstancias, mantienen la esperanza y la inocencia, lo que contrasta fuertemente con la desesperanza y la corrupción que los rodean.

El guion, adaptado de la novela de Hernando Ibarra, es brillante. No se limita a contar una historia de detectives o de denuncia social, aunque ambas dimensiones están presentes. Se trata de una reflexión sobre la familia, la responsabilidad, el perdón y la búsqueda de la identidad. La trama, que inicialmente se centra en la desaparición de los niños y la posterior investigación, se expande para abordar cuestiones más amplias sobre la justicia social, la corrupción institucional y el impacto del sistema penitenciario en la vida de las personas. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones definitivas, sino que plantea preguntas incómodas y invita al espectador a reflexionar sobre su propia posición frente a la injusticia.

Si bien el ritmo podría sentirse ligeramente lento para algunos espectadores, esta deliberada lentitud permite desarrollar la atmósfera de tensión y de incertidumbre que caracteriza a la película. La fotografía, en tonos sótanos y apagados, contribuye a esta sensación de desolación y de amenaza constante. El sonido, cuidadosamente diseñado, intensifica la experiencia, creando un ambiente de suspenso que te mantiene al borde del asiento. “El enemigo público nº1… mi padre” es, en definitiva, una película potente y conmovedora que te dejará pensando mucho después de que terminen los créditos. No es un entretenimiento ligero, pero sí una obra cinematográfica valiosa y significativa.

Nota: 8.5/10