El enjambre (1978)

“El Enjambre” (The Hive) no es, sin duda, una película que esperaría encontrar en la cartelera de un festival de terror mainstream. Su ambición, su atmósfera claustrofóbica y su peculiar enfoque de la amenaza apianista la convierten en una experiencia cinematográfica notablemente inquietante, aunque no precisamente fácil de digerir. La película, dirigida por Josh Friedland, se adentra en el territorio de lo surrealista y lo visceral, ofreciendo una presentación del horror que se aleja considerablemente de los clichés bésticos habituales.

La película se centra en el doctor Bad Crane (Ron Perlman), un entomólogo brillante pero atormentado, quien es llamado a una pequeña y aislada comunidad de Texas para investigar una extraña invasión de abejas. Lo que inicialmente parece un problema natural, rápidamente se convierte en algo mucho más siniestro. El guion, a cargo de Josh Friedland y Daniel Kraus, demuestra una capacidad sorprendente para construir una tensión constante. No se basa en sustos fáciles ni en escenas de acción exageradas. En cambio, juega con la sensación de vulnerabilidad, la paranoia y la amenaza inminente. La película construye un ambiente de desesperación progresiva, donde la presencia de las abejas, y su comportamiento cada vez más errático, se convierte en un símbolo de la pérdida de control y la disrupción del orden.

La dirección de Friedland es magistral en su uso del espacio y de la luz. La cámara, a menudo fija, nos sumerge en la atmósfera opresiva del entorno, enfatizando el aislamiento de la comunidad y la magnitud de la amenaza. Las secuencias que muestran la expansión del enjambre son particularmente impactantes, aprovechando el movimiento de la cámara para crear una sensación de caos y descontrol. Sin embargo, la película no rehúye de la oscuridad y la ambigüedad; muchos aspectos de la invasión y el propósito detrás de ella se mantienen deliberadamente en el misterio, lo que, aunque puede frustrar a algunos espectadores, añade una capa de inquietud a la historia.

Ron Perlman ofrece una actuación soberbia como el doctor Bad Crane. Su personaje es complejo, carismático y profundamente marcado por su pasado. La química entre Perlman y el resto del elenco, especialmente la joven Sarah Weber como la hija de uno de los habitantes locales, es palpable. Si bien el reparto es relativamente pequeño, cada actor contribuye a la atmósfera general de desesperación y temor. La película también tiene un buen ritmo, manteniendo al espectador comprometido sin recurrir a trampas narrativas. El diseño de producción, que incluye la construcción del centro de misiles, contribuye de manera significativa a la ambientación, creando un espacio que parece a la vez tecnológico y ominoso.

No obstante, “El Enjambre” no está exenta de defectos. Algunos de los momentos más surrealistas pueden resultar confusos, y la resolución final, aunque provocativa, puede no satisfacer a todos los espectadores. Sin embargo, la película, en su conjunto, es una experiencia cinematográfica única e inquietante que merece la pena ser vista. Es una reflexión sobre la fragilidad de la vida, la locura y la capacidad de la naturaleza para generar un horror incomprensible.

Nota: 7/10