El enviado (2004)

“El Enviado” (The Sender), dirigida por Robert Green, se presenta como una historia de ciencia ficción con profundas raíces en el drama familiar, y aunque la premisa es tremendamente atractiva, la película se revela como un ejercicio de tensión emocional constante pero, a fin de cuentas, algo desapasionado. La idea de un clonación para devolver a un hijo fallecido es, por sí sola, un pozo filosófico inagotable, y Green se esfuerza por explorar las complejidades éticas y emocionales que plantea, aunque no siempre con el resultado más satisfactorio. El dilema moral es central; Paul y Jessie, interpretados brillantemente por Greg Kinnear y Rebecca Romijn-Stamos, se ven enfrentados a la imposibilidad de superar la pérdida, y su búsqueda desesperada de una forma de devolver a Adam, incluso a través de un procedimiento tan radical, genera un conflicto interno y externo que es el corazón de la narrativa.

La dirección de Green es sólida, empleando una paleta de colores fríos y apagados que reflejan el estado emocional de los protagonistas. Se centra notablemente en la relación entre Paul y Jessie, utilizando planos cerrados y primeros planos para transmitir la angustia y la desazón. Robert De Niro, como el doctor Wells, ofrece una interpretación que oscila entre la profesionalidad clínica y una especie de morbidez científica, sugiriendo un hombre consumido por su ambición y, quizá, un poco de locura. Sin embargo, el doctor Wells no llega a ser más que un villano caricaturesco, un ente antagónico convencional, y su motivación – más allá de la investigación científica – se siente algo superficial. Cameron Bright, en el papel de Adam, transmite una fragilidad conmovedora, y su presencia es la verdadera fuerza emocional del filme. Su inocencia, incluso en su ausencia, se palpablemente siente en cada escena que le dedica la pareja.

El guion, en general, es competente pero carece de la sutileza y la profundidad que podría haber elevado la película. La trama se desarrolla de forma lineal, con algunos giros inesperados que, si bien mantienen al espectador interesado, no generan una reflexión profunda. La tensión, constante pero sin momentos particularmente impactantes, se construye sobre la base del secreto y la amenaza inminente, lo que, en cierto modo, resta fuerza a la historia. La idea de la “consecuencia” que resulta de la clonación y sus implicaciones a largo plazo se presenta como algo abstracto, sin una exploración suficiente. Se podría haber profundizado en las consecuencias psicológicas y sociales de este acto, pero el foco se mantiene en la búsqueda obsesiva de Paul y Jessie de recuperar a su hijo.

A pesar de sus fallas, “El Enviado” es una película que, al menos, provoca la reflexión. Plantea preguntas importantes sobre la vida, la muerte, la pérdida y la posibilidad de desafiar los límites de la ciencia y la moralidad. El trabajo actoral, en particular la de Greg Kinnear y Rebecca Romijn-Stamos, es convincente, y la atmósfera general es tensa y perturbadora. Sin embargo, la película no logra alcanzar su máximo potencial, quedando como una historia interesante pero poco más que un estudio de caso sobre las consecuencias del dolor y la desesperación.

Nota: 6/10