“El Exorcismo de Georgetown” (The Georgetown One) no es, precisamente, una película que te deje con la mente despejada después de verla. Más bien, es una experiencia inquietante, un descenso gradual a la paranoia y la desconfianza, narrada con una sensibilidad que se queda grabada en la memoria. Esta película de Mark Lowe no busca asustar con sustos baratos o efectos especiales grandilocuentes, sino que se apoya en la atmósfera, la tensión psicológica y, sobre todo, en la actuación de Russell Crowe, quien ofrece una interpretación que es, sin duda, el corazón palpitante de la historia.
La película se centra en Anthony Miller, un actor caído en desgracia que se encuentra en el set de una producción de terror. Su hija, Emily, se siente cada vez más perturbada por el comportamiento errático de su padre. La dirección de Lowe es deliberadamente críptica. Evita la presentación explícita de lo paranormal, optando por insinuaciones y ambigüedades. La cámara se fija en los rostros de los personajes, en los pequeños detalles que sugieren un peligro latente, y en la creciente incomodidad de Emily. Esto crea un ambiente de constante desconfianza y obligo al espectador a cuestionar la realidad de lo que está viendo. La película no ofrece respuestas fáciles; en su lugar, te deja con preguntas incómodas sobre la fragilidad de la razón, la naturaleza del mal y las consecuencias del trauma.
Crowe, como siempre, está en plena forma. Su interpretación de Anthony es magistral: un hombre que parece estar al borde del abismo, luchando contra demonios internos y externos. Su transformación, aunque sutil, es escalofriante. La química entre Crowe y Ryan Simpkins es genuina, lo que añade una capa de vulnerabilidad a la historia. Simpkins, en particular, es sorprendente; transmite la angustia y el miedo de una niña que intenta entender lo inexplicable. El resto del reparto secundario, aunque limitado, cumple su función con convicción. Sin embargo, es la dirección artística la que realmente destaca. El vestuario, la iluminación y la ambientación son impecables, contribuyendo a la creación de una atmósfera opresiva y ominosa.
A pesar de su lentitud y su enfoque en la atmósfera, "El Exorcismo de Georgetown" es una película que se deja sentir. No es un espectáculo de terror convencional, sino una exploración más profunda y perturbadora de la mente humana y de las fuerzas que pueden distorsionar la realidad. Lowe logra construir un ambiente de creciente paranoia que, aunque no necesariamente aterrante, es inquietante y memorables. La película no resuelve todos sus misterios, y esa es precisamente su virtud. Te deja con la sensación de que, quizás, lo que se ve en la pantalla no es tan diferente de lo que puede ocurrir en nuestra propia vida. La ambigüedad deliberada, si bien puede frustrar a algunos espectadores, es lo que hace que la película sea tan impactante y reflexiva.
Nota: 7/10