“El exorcista: El comienzo” no busca, ni pretende, replicar la furia visceral y la inmensa controversia que generó la película original de 1973. En cambio, se erige como una pieza de horror psicológico, una lenta e inquietante disección del espíritu del padre Damien Karras, antes de su inesperada designación como exorcista. La película, dirigida por Michael Dougherty, nos sumerge en la África colonial de 1946, un entorno árido y peligroso que se convierte en el escenario perfecto para el despertar de un mal ancestral. La decisión de trasladar la historia a este contexto histórico no es gratuita; la película explora la colonización, el colonialismo y la explotación en relación con la influencia demoníaca, añadiendo una capa de complejidad moral a la narrativa.
Stellan Skarsgård ofrece una interpretación magistral del padre Lankester Karras, un sacerdote atormentado por sus propios demonios internos. Su Karras es un hombre cansado, desconfiado, y profundamente marcado por la moralidad cuestionable del mundo que le rodea. Skarsgård logra transmitir la ambivalencia del personaje, su deseo de creer en lo divino, pero también su creciente desesperación ante la realidad del mal que se avecina. No es un héroe convencional; es un hombre que lucha por mantener su fe en un contexto donde la fe misma parece estar en peligro. La química entre Skarsgård y Jennifer Lawrence, que interpreta a Chris Barrow, una joven con poderes psíquicos y un pasado misterioso, es notable. Lawrence aporta una fragilidad y vulnerabilidad que contrastan con la dureza del entorno y la amenaza sobrenatural.
Dougherty se distancia deliberadamente del espectáculo de horror gráfico que a menudo asociamos con la franquicia “El exorcista”. En su lugar, se enfoca en la atmósfera, el suspense y el desarrollo psicológico de los personajes. Las escenas de horror son sutiles pero efectivas, basadas en la sugestión y el miedo a lo desconocido. La banda sonora, compuesta por Danny Elfman, es inquietante y evocadora, creando una sensación constante de tensión y presagio. Sin embargo, el guion, a pesar del buen trabajo en la construcción del suspense, puede resultar algo lento y, en algunos momentos, repetitivo. Se pierde algo de la urgencia del original, y las explicaciones, aunque necesarias para el contexto, a veces se sienten forzadas.
A pesar de sus pequeñas debilidades en la narrativa, “El exorcista: El comienzo” es una película de terror inteligente y bien construida. Es una prehistoria esencial para comprender el origen del personaje de padre Karras y el nacimiento de la leyenda que lo convertiría en uno de los exorcistas más icónicos del cine. Ofrece una reflexión sobre la naturaleza del mal, la fe, la duda y el impacto de las acciones pasadas. Es una película que, más que asustar, busca inquietar la mente y provocar una reflexión. No es la película de "El exorcista" más impactante, pero sí es una contribución valiosa y sorprendente al universo de la franquicia, y una recomendable para los aficionados al género y a la historia cinematográfica.
Nota: 7/10