“El Exorcista III” no es una secuela que se esfuerce por superar la original. Si bien se aferra a la atmósfera opresiva y perturbadora que definió el primer filme, lo hace con una densidad que, en última instancia, resulta tanto admirable como frustrante. La película, dirigida por Paul Kiernan y Donald Pappa, se centra en la vuelta de un demonio particularmente cruel y en la desesperada búsqueda de un exorcista para detenerlo, una dinámica que evoca directamente las tensiones psicológicas y el horror visceral de la película de 1973.
La narrativa se centra en la detective Kinderman (Kurt Russell), un policía escéptico y atormentado por su pasado, que se ve arrastrado a una serie de asesinatos brutales y aparentemente inexplicables. La película explora la dualidad de la fe y la razón a través del personaje de Kinderman, un hombre que, a pesar de su incredulidad, se ve confrontado con una realidad que desafía su comprensión del mundo. Kiernan y Pappa no intentan convencer al espectador de la existencia del mal, sino que se dedican a construir una atmósfera de creciente paranoia y terror, utilizando la oscuridad y el sonido de manera magistral para manipular nuestra percepción de la realidad.
La dirección es, sin duda, el punto fuerte de la película. La paleta de colores, dominada por sombras y tonos sepia, intensifica la sensación de claustrofobia y desesperación. La película aprovecha al máximo el entorno urbano y decadente de Nueva York, utilizando espacios confinados y callejones oscuros como escenarios para el horror. La música, compuesta por Danny Elfman, es inquietante y evocadora, creando una atmósfera de suspense constante. La filmación, con tomas deliberadamente en cámara lenta y ángulos inusuales, contribuye a la sensación de desorientación y amenaza.
Las actuaciones son sólidas, aunque no espectaculares. Kurt Russell ofrece una interpretación convincente como Kinderman, transmitiendo tanto el cinismo del personaje como su creciente temor. Ellen Burstyn, quien regresó como Regan, aporta una presencia amenazante y perturbadora. Sin embargo, el guion, coescrito por el director, es quizás el aspecto más débil de la película. Si bien la trama mantiene el interés durante la mayor parte del metraje, recurre a clichés del género del terror y a exposiciones verbales que interrumpen el flujo de la narrativa. La historia se siente a veces torpe y las motivaciones de los personajes a veces poco claras.
A pesar de sus fallos, “El Exorcista III” es una película que permanece en la mente del espectador. No es una obra maestra, pero sí una experiencia visceral y perturbadora que explora los límites de la fe, la duda y la capacidad humana para resistir la oscuridad. La película es una reflexión sobre la fragilidad de la moral y la persistencia del mal. Es un horror que se siente más en la mente que en la sangre, dejando una huella imborrable gracias a su atmósfera y a la inquietante presencia del demonio.
Nota: 7/10