El experimento Belko (2016)

“El experimento Belko” (2016) es una película que, a primera vista, se presenta como una gánstera de terror puro y duro. Y, en cierta medida, lo es. Pero al ahondar un poco, se revela como un ejercicio interesante, aunque torpe, sobre la naturaleza humana, la fragilidad de la civilización y la presión social. La historia, centrada en un grupo de empleados de una empresa americana en São Paulo, Brasil, repentinamente se ve interrumpida por una voz en altavoz que dicta reglas absurdas, forzándolos a elegir entre la obediencia y el caos. La premisa, por sí sola, es bastante audaz y, aunque no siempre lograda con maestría, plantea preguntas inquietantes sobre la moralidad y los límites de la razón.

El director, Zach Lipovsky, opta por un estilo visual frenético y una estética que recuerda al cine de acción con toques de thriller psicológico. La paleta de colores, inicialmente vibrante y alegre, se vuelve progresivamente más oscura y desoladora a medida que la situación se deteriora. La dirección, en general, es dinámica, aprovechando al máximo la locura del desarrollo argumental. Sin embargo, a veces la dirección se ve comprimida por la necesidad de mantener el ritmo vertiginoso, sacrificando, en ocasiones, el desarrollo de personajes individuales. Hay momentos en los que la película se acerca demasiado al puro espectáculo, relegando el análisis de las consecuencias emocionales del experimento.

Las actuaciones son un punto fuerte de la película. Martin Csokas, en el papel de la figura enigmática que orquesta el experimento, ofrece una interpretación convincente, combinando la amenaza con una sutil capa de melancolía. El resto del elenco cumple con creces, especialmente Carlos Francisco, quien inyecta un toque de humor negro y desesperación a su personaje. A pesar de que muchos de los actores son relativamente desconocidos, logran transmitir la angustia, el miedo y la creciente paranoia de sus personajes con honestidad y efectividad. No obstante, es una película donde el guion a veces sacrifica la profundidad en favor de la acción.

El guion, sin duda, es el aspecto más problemático de “El experimento Belko”. La idea central es brillante, pero la ejecución no siempre es del todo sólida. La justificación del experimento es vaga y poco convincente, lo que dificulta la empatía del espectador. Además, el ritmo, aunque frenético, a veces se vuelve caótico y confuso, especialmente en las secuencias de acción. Hay diálogos forzados y situaciones que parecen diseñadas únicamente para aumentar la tensión, sin una base sólida en la lógica interna de la historia. La película se aleja de un desarrollo psicológico que podría haber enriquecido la trama y profundizado en la desesperación de los personajes.

A pesar de sus fallas, "El experimento Belko" ofrece un entretenimiento visceral y, en ciertos momentos, inquietantemente provocador. Es una película que te mantiene en vilo hasta el final, aunque no te deje con una reflexión profunda. La premisa es intrigante y las actuaciones son sólidas, pero el guion necesita una revisión más exhaustiva. Es un experimento interesante, pero no siempre un éxito total.

Nota: 6/10