El expreso de Chicago (1976)

“El Expreso de Chicago” es una película que, a primera vista, parece un thriller clásico de suspense, pero que al final revela ser algo más complejo, aunque no del todo satisfactorio. Dirigida por Billy Wilder, un veterano del cine que siempre había sido capaz de mezclar la comedia con el drama, la película ofrece un viaje intrigante en un tren, pero no siempre logra sostener el ritmo o profundizar en sus personajes de manera convincente.

La trama, centrada en George Caldwell, un editor de libros de Nueva York, y su encuentro con la secretaria de un profesor asesinado, es, en principio, bastante prometedora. Wilder juega con la tensión y la incertidumbre a medida que Caldwell se encuentra involucrado en una red de peligros y secretos. Sin embargo, el guion, adaptado de la novela de Dashiel Hammett, presenta algunas inconsistencias y momentos de diálogo forzados que restan credibilidad a la historia. La resolución del misterio principal, aunque cumple su función, resulta un poco apurada y poco original. No se crea la verdadera sensación de peligro que se esperaría de una película de suspense de este tipo.

La dirección de Wilder es, como suele ser habitual en su filmografía, elegante y precisa, especialmente en las escenas de montaje y en la construcción de la atmósfera. Utiliza el espacio confinado del tren para generar una sensación claustrofóbica y de amenaza constante. La fotografía de Joseph Loss y la banda sonora de Erich Wolfgang Korngold contribuyen a crear un ambiente sombrío y sugerente. Sin embargo, a veces la película se queda en la superficie, sin profundizar en las motivaciones de los personajes o en las consecuencias de sus actos.

Las actuaciones son, en general, sólidas. James Stewart, en el papel de George Caldwell, ofrece una interpretación discreta pero efectiva, mostrando la evolución de un hombre sencillo y poco preparado que se ve arrastrado a una situación peligrosa. Barbara Stanwyck, como la secretaria del profesor, se destaca por su intensidad y su carisma, ofreciendo una actuación memorable. Pero es difícil evitar la sensación de que los actores, en algunos momentos, están actuando para el público más que para el guion. El villano, interpretado por Edward G. Russell, aunque eficaz en su papel de amenazante, carece de profundidad.

En definitiva, “El Expreso de Chicago” es un thriller de suspense entretenido, pero que no alcanza la excelencia. Es una película con momentos brillantes, pero también con algunas fallas que dificultan su impacto duradero. Si bien no es una obra maestra, ofrece una experiencia visualmente atractiva y una trama que mantiene al espectador interesado hasta el final. Es una película que te invita a reflexionar sobre el peligro que acecha en los lugares más inesperados y sobre la fragilidad de la vida. No es una película que te cambiará la vida, pero te entretiene y te hace pensar un poco.

Nota: 6/10