“El fin de los días” (The End of Days) no es un thriller de acción convencional, ni siquiera un thriller sobrenatural particularmente pulido. Es, en esencia, una película que se alimenta de la paranoia y la atmósfera, entregando una experiencia cinematográfica inquietante, aunque a veces excesivamente lenta. El director Mark Foreman consigue, sin duda, crear un ambiente de creciente tensión, pero esta tensión a menudo se ve eclipsada por una ejecución que, en algunos momentos, se siente casi ritualística, casi como si estuviera intentando demostrar su capacidad para evocar miedo más que para contar una historia coherente.
La película se centra en Jericho Cane (George Clooney en una actuación que va desde el sarcasmo agudo hasta la desesperación palpable), un ex-oficial de policía atormentado por su pasado y marcado por un destino que parece condenarlo a ser la pieza central en una batalla entre fuerzas ocultas. Clooney ofrece un trabajo impresionante, transmitiendo la amargura, la vulnerabilidad y el creciente terror de su personaje con una naturalidad que roba el protagonismo incluso en las escenas más sombrías. Sin embargo, la película, en demasiados momentos, parece depender demasiado de su actuación para mantener el interés del espectador. Las otras actuaciones, aunque competentes, no logran alcanzar el mismo nivel.
El guion es, sin duda, el elemento más problemático de la película. Si bien la premisa – un hombre marcado como el portador del Anticristo – es intrigante, la ejecución es a veces torpe y llena de agujeros argumentales. Se introduce demasiada información de manera dispersa, lo que resulta en una trama que se siente a veces confusa y carente de profundidad. Las motivaciones de los villanos son poco claras, y el desenlace, aunque visualmente impactante, carece de la resolución satisfactoria que podría haber elevado la película a un nivel superior. Foreman se permite una cierta libertad estilística, con planos largos y un enfoque en la composición que, en principio, son interesantes, pero en ocasiones terminan por ralentizar el ritmo y distar del dinamismo que podría haber complementado la tensión. La banda sonora, compuesta por Ennio Morricone, es evocadora y contribuye eficazmente a la atmósfera, pero a veces parece desproporcionada con respecto a la acción en pantalla.
No obstante, hay momentos genuinamente memorables en “El fin de los días”. La secuencia del asalto a la joyería es particularmente bien filmada y logra transmitir la desesperación y el peligro de la situación. La película explora temas como la fe, la redención y el destino, aunque de una manera algo superficial. Es una película que se queda a medio camino, ofreciendo vislumbres de lo que podría haber sido, pero sin llegar a consolidarse como una obra maestra del género.
Nota: 6/10