“El fotógrafo de Mauthausen” es una película que no se olvida fácilmente. Más que un simple relato histórico, se erige como una meditación conmovedora y profundamente perturbadora sobre la resistencia, la memoria y el poder del testigo. La película, dirigida con una sensibilidad exquisita por Mariano Masero, se centra en la vida de Francesc Boix, un fotógrafo español que, contra todo pronóstico, logró convertirse en un archivista clandestino de las barbaries de Mauthausen. Su historia, narrada con una prosa austera y elegante, nos sumerge en el infierno cotidiano del campo, poblado de hambre, enfermedades, violencia y la constante amenaza de la muerte.
La dirección de Masero es magistral en su elección de la paleta de colores, o más bien, su ausencia de color durante la mayor parte de la película. El blanco y negro, reforzado por la paleta de grises, contribuye a la atmósfera opresiva y deshumanizante del campo. Sin embargo, la transición a los colores vivos del mundo exterior, cuando Boix finalmente revela sus fotografías, es impactante, casi explosiva. Esta yuxtaposición visual subraya la importancia de la documentación y el contraste entre el horror vivido y la necesidad de que la historia no se olvide. La película evita dramatizaciones excesivas, prefiriendo mostrar la realidad cruda de las atrocidades a través de la lente de Boix, un hombre cuya vida se transforma al ser testigo de un crimen sin límites. La fotografía, en sí misma, es un elemento central de la película, con planos que capturan la desesperación de los prisioneros, la brutalidad de los guardias y la silenciosa dignidad de aquellos que se resisten.
Actualmente, la interpretación de Jordi Molenaus es, sencillamente, impecable. Molenaus no solo representa a Boix, sino que encarna su evolución, su miedo, su dolor y, finalmente, su coraje. La sutileza de su actuación es notable, comunicando una profundidad emocional a través de miradas, gestos y una silenciosa determinación. El resto del reparto también ofrece un trabajo sólido, pero la actuación de Molenaus es la que realmente destaca. La película no rehúye del horror, pero lo presenta de manera contenida, permitiendo que la experiencia emocional del espectador sea la más fuerte.
El guion, adaptado de un libro del mismo nombre, es inteligente y preciso. Evita caer en simplismos y clichés, y se centra en la complejidad de la experiencia humana bajo condiciones extremas. La película no solo documenta las atrocidades de Mauthausen, sino que también explora la moralidad de aquellos que se negaron a ser cómplices del silencio. El papel de los otros prisioneros, como el ingeniero alemán Karl Bothe, que ayuda a Boix a esconder los negativos, añade una capa de ambigüedad moral interesante a la narrativa. La película plantea preguntas difíciles sobre la responsabilidad individual y la necesidad de resistir la injusticia, incluso cuando la supervivencia es la principal prioridad. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica fundamental, un recordatorio poderoso de la importancia de la memoria y la necesidad de luchar contra el olvido.
Nota:** 8.5/10