El gato infernal (1990)

“El gato infernal” (Hellraiser) no es simplemente una recopilación de cuentos de terror, sino una intrincada danza entre la nostalgia y la desesperación, dirigida con una sensibilidad que, aunque a veces difusa, logra mantenerte cautivo. La decisión de presentar tres relatos distintos, unidos por la premisa de un niño prisionero de una bruja y obligado a narrar historias para su escape, es a la vez audaz y efectiva. El título, evocador de la popular serie de la televisión, funciona a la perfección, atrayendo al espectador y preestableciendo un tono de horror visceral y, sobre todo, profundamente inquietante.

La dirección de Clive Barker, a pesar de los años transcurridos desde su primera incursión en el horror, conserva una meticulosa atención al detalle y una capacidad innata para crear atmósferas de opresión y terror psicológico. La estética, oscurecida y repleta de elementos de diseño macabro, es un homenaje directo al universo de Barker, pero también se siente fresca y moderna, lo que explica el impacto que aún hoy ejerce la película. El manejo de la cámara, en particular en "CAT FROM HELL," es magistral: se utilizan planos cerrados, movimientos lentos y ángulos inusuales para intensificar la sensación de claustrofobia y amenaza inminente. Es un terror que no proviene de sustos repentinos, sino de una creciente sensación de incomodidad y desasosiego.

Las actuaciones son sólidas en general. Oliver Smith, como el niño narrador, transmite una vulnerabilidad genuina, logrando que el espectador empatice con su situación. Sin embargo, es el actor que interpreta a la bruja, Alexandra Chalam, quien destaca con una interpretación perturbadora, que equilibra la maldad con una innegable fragilidad. En "LOT 249", la presencia de Stephen Brennan como el detective Conan Doyle es curiosa, aunque su papel es breve y, en cierto sentido, más decorativo que fundamental. “LOVER'S VOW,” el cuento que cierra la película, ofrece una actuación particularmente impresionante de Stuart Wilson como el artista atormentado, capaz de comunicar el descenso a la locura de forma convincente.

El guion, por su parte, es lo más discutible de la película. Si bien cada uno de los tres relatos es interesante por sí mismo, la interconexión entre ellos se siente a veces forzada. Algunos diálogos son un tanto torpes y la resolución final, aunque conceptualmente interesante, puede resultar algo abrupta para algunos espectadores. El núcleo de la historia, la idea del niño atrapado y la necesidad de contar historias para su liberación, es lo suficientemente fuerte como para mantener el interés del público, pero las imperfecciones en la ejecución del guion limitan el potencial narrativo de la película. No obstante, la habilidad de Barker para extraer la esencia de los cuentos originales – Conan Doyle, Stephen King y Michael McDowell – y adaptarlos al universo de “Hellraiser” es innegablemente admirable.

A pesar de sus defectos, “El gato infernal” es una experiencia cinematográfica memorable. Es un trabajo de culto que, incluso hoy en día, sigue explorando los límites del horror psicológico y la naturaleza de la realidad y la ficción. Nota: 7.5/10