El graduado (1967)

“El Graduado” (The Graduate, 1967) es mucho más que una comedia romántica con un toque de escándalo; es una meditación incómoda sobre la alienación, la represión y la búsqueda de la identidad en una América profundamente conservadora. Stanley Kubrick, aunque no es acreditado como director, logra plasmar una atmósfera densa y perturbadora, aprovechando la dirección de William Wyler para crear una experiencia cinematográfica inolvidable y, en cierto modo, premonitoria.

Dustin Hoffman, en un papel que le valió la nominación al Oscar, ofrece una actuación magistral. Benjamin Braddock es un personaje tremendamente ambiguo, un joven inexperiente y vulnerable que, en su intento de rechazar las expectativas de una sociedad que le dicta su futuro, se deja arrastrar por una serie de acontecimientos que le llevan a cuestionar sus propios valores. Hoffman no solo transmite la torpeza y la inseguridad de Benjamin, sino que también sutilmente revela la frustración y el anhelo de este por encontrar un significado en su existencia. Su mirada, a menudo perdida y desconfiada, es un documento visual de la angustia de un hombre al borde del abismo.

Anne Bancroft, como la enigmática y magnética señora Robinson, es simplemente excepcional. Su personaje es una figura que desafía las convenciones sociales, una mujer sofisticada y libre que representa una tentación palpable para Benjamin. La relación entre ambos no es simplemente una aventura pasional; es un choque de mundos, una exploración de las posibilidades y los peligros de la libertad sexual y la transgresión. La química entre Hoffman y Bancroft es innegable, y sus escenas juntas están cargadas de tensión, humor y una cierta melancolía.

El guion, adaptado de un cuento de Thomas Lanier, es inteligente y perspicaz. Kubrick se abstuvo de dirigir la película, pero su influencia en la estructura narrativa es evidente. La película no se limita a contar una historia de amor, sino que utiliza el romance como un vehículo para explorar temas más amplios, como la pérdida de la inocencia, el conformismo y la dificultad de romper con las expectativas familiares. El diálogo es afilado y lleno de ironía, y las secuencias son cuidadosamente construidas para generar una atmósfera de suspense y ambigüedad. La famosa escena de la piscina, por ejemplo, es un montaje visualmente impactante que resume la confusión y la desesperación de Benjamin.

En definitiva, “El Graduado” es una obra maestra del cine moderno. Es una película que continúa resonando hoy en día gracias a su crítica social sutil pero contundente, sus personajes complejos y su atmósfera inquietante. No es una comedia para reírse a carcajadas, sino una película que invita a la reflexión y que permanece en la memoria mucho después de haberla visto. Es un estudio psicológico de la juventud en crisis y de las presiones de una sociedad que intenta moldearla.

Nota: 9/10