El gran Buck Howard (2008)

“El Gran Buck Howard” (1987) no es una película que arrasa por su innovación o su impacto cultural, pero sí una joya inesperada, un pequeño tesoro de la comedia dramática de los 80 que merece ser redescubierta. La película, dirigida por Peter Farrelly, no busca la grandilocuencia ni la espectacularidad, sino una intimidad cálida y un relato con un corazón enorme. Y lo logra, a pesar de sus limitaciones técnicas y su ritmo, que a veces puede sentirse un poco pausado.

La historia, centrada en el ilusionista George “Buck” Howard (David Mamet) al borde de la bancarrota, es sencilla pero efectiva. Buck, un hombre brillante pero desaliñado y con una personalidad áspera, ha perdido el brillo de su antiguo éxito. Su ayudante, el jovial y optimista Johnny (Greg Kinnear), se encarga de mantener viva la llama de su viejo sueño, ofreciendo una fuerza motriz genuina a la historia. La dinámica entre estos dos personajes es el núcleo de la película, y la química entre Mamet y Kinnear es, sin duda, uno de sus mayores aciertos. Mamet, en particular, ofrece una interpretación excepcionalmente sutil y compleja. No se limita a ser el ilusionista caído en desgracia; explora las profundidades de la desesperación, la ambición y la humildad con una maestría admirable. Su mirada cansada, su tono de voz ronco, sus gestos nerviosos… todo contribuye a construir un personaje tridimensional y memorable.

La dirección de Farrelly es discreta pero hábil. No intenta crear momentos grandiosos, sino que se centra en los pequeños detalles, en las miradas, en las conversaciones. La película está filmada con una estética vintage que evoca a los clásicos del cine de la comedia, y que le otorga una atmósfera nostálgica y encantadora. La música, con composiciones originales de Ry Cooder, se integra perfectamente en el ambiente, añadiendo una capa extra de emotividad. La fotografía, en general, es cuidada, capturando la desolación de los escenarios y la calidez de las interacciones entre los personajes.

Aunque el guion, escrito por Farrelly y John J. Schwartz, presenta algunas lagunas y momentos un poco forzados, es capaz de transmitir de manera convincente la lucha por la esperanza y la importancia de la amistad. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que abraza la complejidad de la vida y la perseverancia frente a la adversidad. No pretende provocar la carcajada estruendosa, sino que invita a la reflexión y a la empatía. El personaje de Johnny, interpretado con una vitalidad contagiosa por Greg Kinnear, representa la inocencia y el optimismo que Buck necesita para redescubrir su pasión y su propósito.

En definitiva, “El Gran Buck Howard” es una película honesta, con un encanto especial y un mensaje positivo. No es perfecta, pero ofrece una experiencia cinematográfica gratificante y conmovedora. Es una historia sobre la resiliencia humana y la importancia de perseguir nuestros sueños, incluso cuando las circunstancias parecen desfavorables. Una película que te deja con una sonrisa y una sensación de esperanza.

Nota: 7/10