El gran combate (1964)

“El Gran Combate” (Little Big Man, 1970) de James Bridges es mucho más que una simple película de acción y western. Es un épico viaje en el tiempo, una conmovedora reflexión sobre la colonización, el choque de culturas y la búsqueda de la identidad. La película no se limita a narrar la última resistencia de los indios Cheyenne ante la invasión estadounidense, sino que entrelaza la vida de Jack Crabb (Charles Mann), un anciano blanco que, sin saberlo, es descendiente de un guerrero Cheyenne, con la narración que se desenvuelve magistralmente a través de flashbacks que dan forma a la historia de un hombre atrapado entre dos mundos.

James Bridges demuestra una dirección sorprendentemente audaz y llena de matices. La película equilibra con maestría la violencia cruda y visceral de las batallas, que son representadas de manera realista y brutal, con una ausencia de sentimentalismo gratuito. Sin embargo, esta intensidad se contrasta con la delicadeza de la exploración del personaje de Jack, y con la forma en que se construye su identidad a lo largo de los años. La película no glorifica la guerra, sino que la expone como un acto de destrucción y sufrimiento, mostrando sus consecuencias devastadoras en ambas culturas. La paleta de colores, inicialmente desaturada para evocar el ambiente árido de la reserva, se intensifica con la llegada del invierno, reflejando la creciente desesperación de los Cheyenne.

El reparto es impecable, pero Richard Harris como Jack Crabb es, sin duda, el corazón de la película. Su actuación es sutil pero poderosa, transmitiendo la lucha interna del personaje, su deseo de pertenencia, su amargura y su eventual aceptación de su herencia. El joven Charles Mann, en el papel de un Jack joven, aporta una vulnerabilidad conmovedora que establece la base para la transformación posterior. No obstante, la película no se centra únicamente en Jack. La presencia de los guerreros Cheyenne, interpretados por actores nativos americanos, es fundamental para dar voz y dignidad a su perspectiva. Su comportamiento, su orgullo y su determinación son elementos clave para comprender la tragedia que se avecina.

El guion, adaptado de la novela homónima de Thomas Berger, es complejo y desafiante. No rehúye la crítica a la expansión estadounidense y a la desposesión de los pueblos originarios. La película no simplifica las motivaciones de los personajes, ofreciendo una visión más profunda y matizada de la situación. La narrativa no es lineal, sino que se desenvuelve de manera no cronológica, utilizando flashbacks para revelar la historia de Jack y su conexión con los Cheyenne. Este recurso narrativo es fundamental para el desarrollo del personaje y para la comprensión de los eventos que conducen al último y fatal combate. La banda sonora, con la música de R. Carlos Nichols, es evocadora y contribuye a la atmósfera épica de la película, realzando la tensión y la emoción de los momentos clave.

En definitiva, “El Gran Combate” es una película imprescindible que trasciende los límites del género western. Es una obra cinematográfica ambiciosa, inteligente y profundamente humana que invita a la reflexión sobre la historia, la identidad y el impacto del colonialismo. No es una película fácil de ver, pero su belleza reside precisamente en su capacidad para confrontarnos con la verdad, a menudo incómoda, de la historia de América.

Nota: 9/10