El gran cuaderno (2013)

“El gran cuaderno” (El Gran Cuaderno) no es una película que te llega como una explosión, sino como un lento y constante marchitamiento. La historia de Egyik y Masik, dos hermanos que se ven arrancados de su vida urbana para refugiarse en un pequeño pueblo durante el estallido de la Segunda Guerra Mundial, es conmovedora y, sobre todo, inquietantemente realista. No se trata de una película de aventuras o de fantasía, sino de un relato sobre la pérdida de la inocencia, la brutalidad de la guerra y el impacto devastador que la pobreza y la desesperación pueden tener en los más vulnerables.

La dirección de Lukas Harloff es precisa y elegante, optando por un estilo visual sobrio y contemplativo que refleja el estado emocional de los protagonistas. Se evita la grandilocuencia y se centra en los detalles, en las expresiones faciales, en los silencios, en el sonido del viento y de la lluvia, creando una atmósfera de inquietud constante y una sensación palpable de fatalidad inminente. El uso de la cámara a menudo se encuentra en primer plano, casi como si estuviera intentando capturar la angustia en los ojos de los niños, lo que intensifica el impacto emocional de la película.

Las actuaciones son magníficas. Las interpretaciones de las dos jóvenes protagonistas, Leo Schlepp e Egon Wolbeck, son honestas y creíbles. Logran transmitir con maestría la evolución de sus personajes, desde la inocencia y la curiosidad iniciales hasta la desesperación y la amargura que les invade a medida que la guerra y la miseria los consumen. No hay sentimentalismo barato, solo una representación cruda y sin adornos de la evolución psicológica de los niños frente a la adversidad.

El guion, adaptado de un relato de Ágota Krúpa, es quizás el elemento más destacable de la película. No es una historia de niños heroes, sino de dos chicos comunes que se ven obligados a madurar prematuramente. El “gran cuaderno” que llevan consigo no es solo un diario, sino un reflejo de su lucha por sobrevivir, un intento desesperado de darle sentido a un mundo que les niega cualquier esperanza. La decisión de los niños de endurecerse, de volverse más pragmáticos y despiadados, es comprensible, aunque moralmente cuestionable, y subraya la lógica implacable de un entorno donde la supervivencia es la única ley.

La película no ofrece respuestas fáciles, ni tampoco pretende ser una obra maestra del cine. Es simplemente una historia sobre la pérdida, sobre el horror de la guerra y sobre el precio que se paga por vivir. Una película que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar, generando inquietud y reflexión. Es una experiencia cinematográfica valiosa, aunque difícil, que exige la atención y la sensibilidad del espectador.

Nota: 7/10