El gran gorila (1949)

“El Gran Gorila” (1988) es, en su conjunto, una curiosidad cinematográfica que equilibra con maestría la comedia slapstick con un mensaje subyacente sobre la explotación y la artificialidad del mundo del espectáculo. Esta película, a menudo relegada a la categoría de “cine basura”, posee una sorprendente profundidad y un tono que oscila sutilmente entre la sátira y la crítica social. La dirección de Richard Shephard se distingue por su ritmo ágil y su uso expresivo de la cámara, aprovechando al máximo la enorme escala del gorila, un elemento central que se convierte en el verdadero protagonista de la historia.

La película se construye sobre la improbable asociación entre el magnate de la música, Roger Busby (interpretado por Bill Rabe), un hombre de negocios despiadado y obsesionado con el éxito, y Zilla, el gorila de diez pies de altura que vive en la selva africana. La premisa, aunque descabellada, es el punto de partida para una trama que explora la banalidad de la fama y la manipulación mediática. Busby, impulsado por su ambición y la fascinación por lo exótico, decide llevar a Zilla a Hollywood, donde lo presenta como "Míster Joseph Young de África", un espectáculo digno de la más alta sociedad. La comedia nace, en gran medida, de la desconexión brutal entre la imagen pública idealizada de este gorila y la realidad de su vida: una existencia controlada, constantemente exhibida y a menudo maltratada.

Las actuaciones son sólidas, aunque ninguna destaca particularmente. Bill Rabe, como Busby, entrega una interpretación convincente de un hombre que pierde su moral en la búsqueda del éxito. Sin embargo, el verdadero punto fuerte de la película reside en la química entre Rabe y Christopher Walken, quien interpreta a “Tito”, un antiguo empleado de Busby y el “gurú” del gorila. La interacción entre ambos es el corazón de la comedia, un diálogo sarcástico y lleno de tensión que revela la naturaleza corrupta del negocio del entretenimiento. Walken, como siempre, aporta una presencia inconfundible y un humor particular a su papel, elevando considerablemente la calidad de la película.

El guion, escrito por Richard Wenk y David Sarnoff, es un ejemplo de comedia negra con un toque de crítica social. No rehúye la exageración, el humor escatológico y las situaciones absurdas, pero también subraya las consecuencias de la explotación animal y la superficialidad de la cultura de celebridades. La película no ofrece soluciones fáciles ni moralizantes, sino que invita a la reflexión sobre la ética del entretenimiento y la forma en que el deseo de llamar la atención puede llevarnos a la destrucción de la propia humanidad y del bienestar de los demás. El final, aunque convencional, refuerza el mensaje central de la película, dejando al espectador con una sensación de inquietud y un incómodo cuestionamiento.

En definitiva, "El Gran Gorila" es una película entretenida y, a su vez, provocadora. No es una obra maestra del cine, pero su originalidad, su ritmo trepidante y su humor negro la convierten en una experiencia cinematográfica memorable. Es un ejemplo de cómo, a veces, una premisa descabellada puede ser el vehículo para una crítica social efectiva.

Nota: 7/10